Texto: Marta Tobar
Fotos: Fran Cea Photography (página)

No es nada fácil que una banda de soul sea capaz de llenar una sala como La Riviera madrileña. No, no lo es, y mucho menos si se trata de una banda nacional. El viernes 19 de enero de 2018 Freedonia lo consiguió. El buen trabajo de la promotora Honeydripper 61 y el talento innegable de la formación se aliaron ese día y como resultado más de mil quinientas personas acudieron a la presentación de “Shenobi”, el nuevo trabajo de los madrileños, un álbum doble producido tras una exitosa campaña de crowfounding en la que se involucraron más de setecientos fans, empeñados, como siempre, en mantenerse al margen de la industria tradicional y de las entidades financieras en elaboración de sus discos.


La expectación y las ganas de ver de nuevo a Freedonia sobre las tablas se plasmaron en un rotundo “sold out” y en la larga cola que se formó a la entrada del recinto minutos antes del comienzo del show. A las nueve y cuarto de la noche dio comienzo el espectáculo con la banda ofreciendo una larga intro instrumental a modo de calentamiento, que puso de manifiesto, a la primera de cambio, la riqueza en instrumentación y estilos que manejan. Fue al final de “Tanhaüsser” cuando apareció en escena Maika Sitté y con su poderosa voz, provocó el primer escalofrío de la noche al entonar la intensa “Last Answer”.



A partir de entonces, Freedonia ofreció un maravilloso viaje por el soul, el funk y los ritmos africanos con la mujer como hilo conductor. Y es que “Shenobi”, cuyo título es un juego de palabras entre “She”, ella en inglés, más “Nobi”, crecimiento en japonés, es un álbum donde la mujer, fuerte y combativa, libre y valiente, es la protagonista indiscutible. Para dar más énfasis al mensaje, la banda utilizó pantallas gigantes donde se proyectaron imágenes y palabras en relación con cada tema. Una mujer de bandera que sobre el escenario de La Riviera tomó la forma de la espectacular Maika Sitté, que no sólo desplegó su apabullante registro vocal, si no que se mostró como un animal escénico de fuerza y presencia arrolladoras.


Aunque muchas bandas del género pecan de tener un sonido demasiado orquestado y riguroso, nada de eso es aplicable a Freedonia. Lo suyo es la música cruda y visceral, sentida desde el corazón y tocada desde las entrañas. Por eso, a los doce músicos que poblaban el escenario no les costó nada transmitir al público su pasión y alegría. Esa capacidad de emocionar de Freedonia quedó patente cuando atacaron la intensidad de los temas de soul clásico que protagonizaron la parte central del concierto. Canciones como “Long Road To Take”, “My Word”, la bellísima “Hopes and Dreams”, “Join Me” o la escalofriante “Dreaming”, donde Maika derrochó voz y alma en cada nota y donde el excelente trabajo del resto de la banda, lejos de actuar como un simple acompañamiento, consiguió acentuar aún más la elevada emotividad. Los ritmos tribales aparecieron al son de “Nekope” y de los bailes de inspiración africana con los que Maika Sitté nos fascinó toda la noche.


Tras un interludio musical en el que la cantante aprovechó para cambiarse de ropa, el show aumentó de pulsaciones. Tras “Dignity And Freedom”, Freedonia puso a la sala a bailar con el funky pegadizo de “Upside Down” y acto seguido, como si de una explosión se tratase, estalló la energía imparable de “Running To Nowhere”, que seguida de “Shake Your Body”, lanzó el concierto a un clímax que ya no abandonaría. A la banda se la veía disfrutar y divertirse ante una sala abarrotada de gente que estaba disfrutando y divirtiéndose tanto como ellos.


Era el momento de los bises que, inevitablemente, aumentaron aún más si cabe la profunda comunión que había entre banda y público. Tras casi dos horas de concierto, Freedonia abandonaron el escenario de manera apoteósica acompañados por una clamorosa y extensa ovación, recompensa más que merecida tras un show de esos que crean afición. Un show del que los asistentes hablarán durante mucho tiempo y que los componentes de la banda no olvidarán jamás.


La fuerza de Freedonia conquistó los corazones y el alma de las más de mil quinientas personas que tuvimos la fortuna de presenciar el concierto de La Riviera. Al nivel que demostraron esa noche, los madrileños son sencillamente imparables. Abran paso.

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