Texto: Marta Tobar
Fotos: Fran Cea Photography (página)

Nos estamos quedando sin grandes del Rock, sin grandes de verdad. Nombres como David Bowie o el llorado Tom Petty, aquellos que marcaron las líneas maestras por donde hoy discurre la música que tanto amamos. Por eso sorprende que un artista de la talla de Ian Hunter no tenga la atracción que tenían los antes mencionados. Porque Hunter está en el Olimpo de los dioses del Rock por derecho propio desde hace décadas.


Incomprensiblemente el británico no consigue llenar pabellones, pero al Kafe Antzokia de Bilbao le faltó muy poco para colgar el cartel de “no hay billetes”, en una nueva WOP Special Night (qué buen gusto tienen para programar) organizada por la ong The Walk On Project. Entre el público, muchos asistentes llegados de diferentes puntos del país, e incluso un trío de ingleses que están siguiendo toda la gira (que sólo contó con tres fechas en España). Algunos recordaban el concierto que hace 13 años ofreció en el mismo recinto.

A sus espléndidos 78 años, Ian Hunter sorprende por su excepcional estado de forma, física y artística. Sigue grabando discos, cada cual mejor que el anterior, auténticas obras maestras de un genio en estado de gracia. “Los discos que debería estar grabando Dylan”, le oí decir una vez a un hombre muy sabio. Suscribo totalmente sus palabras.

Sobre el escenario, Hunter tiene un carisma hipnótico innegable y una fuerza escénica inusual en un septuagenario. A lo largo de casi dos horas, ofreció un recital soberbio en el que no faltaron temas de Mott The Hoople ni, afortunadamente, canciones de sus álbumes más recientes. El setlist fue acertado y gustó al público en general aunque lo cierto es que con el impresionante listado de canciones que maneja puede hacer diez diferentes igual de buenos sin repetir un solo tema.


El concierto comenzó con Hunter a la acústica al frente de The Rant Band, veteranos músicos de buen hacer que sostuvieron al genio con acierto. Sonaron “The Moon Upstairs”, “Once Bitten Twice Shy”, “Fatally Flawed”, “When I’m President” y “Saint” pletóricas y contundentes, demostrando que corre más rock and roll por las venas de este caballero que por el de la mayoría de las rutilantes estrellas del Rock actuales. Enjuto y con sus eternas gafas de sol, Hunter se hizo dueño del Antzoki desde el comienzo.


La intensidad fue creciendo y ya con Ian Hunter al piano pudimos disfrutar de clásicos como “Standing In My Light” o el “All The Way From Memphis” de Mott The Hoople, que el público coreó hasta la afonía. La singular voz del británico mantiene intacta su capacidad para transmitir la intensidad de temas como “Fingers Crossed”, la maravillosa “Just Another Night” o “All American Alien Boy”.


Para la parte final del concierto, Hunter recuperó la guitarra y se lanzó a interpretar su particular visión del “Sweet Jane” de la Velvet Underground, que sonó tan actual como hace cuarenta años. Con el sonido netamente americano de “23ª Swan Hill”, armónica en ristre, dejó al público en éxtasis preparado para los bises.


Fue entonces cuando sonó, de nuevo al piano, la esperada “Dandy”, que Hunter escribió en honor a su amigo David Bowie tras su fallecimiento y que está incluida en su último trabajo. La sombra de Bowie planeó también poco después cuando interpretó la inevitable “All The Young Dudes”. El concierto terminó con el público feliz agolpado cerca del escenario dando una cerrada y merecida ovación al músico inglés.


Esperemos que sea dentro de muchos años, pero el día que Ian Hunter falte, las redes sociales y los medios se llenaran de lamentos de fans arrasados por el dolor. Pero al bueno de Hunter, el viernes, sólo lo vimos unos cientos de seguidores, afortunados testigos de uno de los mejores, si no el mejor concierto del año. Como reza el refrán, Dios nos libre del día de las alabanzas. Amén.

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