Texto: Marta Tobar
Fotos: Fran Cea

Desde que empezó su soberbia carrera en solitario, Jason Isbell se resiste a venir a España. Aquí, el miedo a un descalabro en la taquilla impide que los promotores apuesten por él. Mientras, en el resto de Europa, Isbell va colgando el cartel de “no hay billetes” allí donde va y cosechando inmejorables críticas cada noche. De hecho, el concierto de Bruselas estaba programado en la pequeña sala del Jardín Botánico donde actuó hace dos años. La demanda del público obligó a trasladar el show a una sala mayor (Sala Orangerie) dentro las mismas instalaciones, con un aforo de 700 personas, sin poder evitar con ello el “sold out”. Esto no significó de ninguna manera un concierto atestado e incómodo. Al contrario, el público gozó de espacio de sobra para moverse con soltura. En eso también nos ganan en el continente.

A las ocho en punto, John Moreland tomó el escenario con su imponente presencia. Este hombre inmenso de manos sorprendentemente delicadas ofreció, desde su soledad en el escenario, un concierto conmovedor y preciosista. Su voz cálida, que recuerda por momentos a la de Otis Gibbs, envolvió al público en un respetuoso silencio tan absoluto que daba la impresión de que los asistentes contenían la respiración para no perturbar al artista. Temas como “You Don't Care for Me Enough to Cry” o la maravillosa “Break My Heart Sweetly” arrancaron exclamaciones de admiración y más de una lágrima entre los presentes. Veinticinco minutos de emotiva sencillez en un set cruelmente corto para un cantautor con tanto talento.


Había llegado por fin el momento de disfrutar del plato fuerte. Jason Isbell saltó al escenario respaldado por su banda, The 400 Unit, formada por los mismos músicos que llevan acompañándolo desde que decidió comenzar su aventura en solitario. Más delgado que nunca, a Isbell se le ve rejuvenecido. Su reciente paternidad parece que ha completado su recuperación del alcoholismo que inició hace tres años con la ayuda de su buen amigo Ryan Adams y sobretodo, de su esposa, Amanda Shires. “Stockholm" fue la canción elegida para abrir un setlist basado principalmente en sus dos últimos discos, el personalísimo “Southeastern” y su más reciente trabajo, “Something More Than Free”. La alternancia de temas de estos dos álbumes, tan diferentes entre sí y a la vez tan complementarios, dio como resultado un concierto que conjugaba sin sobresaltos momentos acústicos con interpretaciones más rockeras. Así el segundo tema que sonó, “Palmetto Rose”, mucho más enérgico, encajó perfectamente con su predecesor. Hay que destacar, por cierto, el espectaculor sonido de la sala, que permitía oír desde cualquier rincón cada uno de los instrumentos con claridad.

Los músicos que acompañan a Isbell son sobresalientes y se mantuvieron en todo momento en un segundo plano, dejando reinar sobre el escenario a su líder. A pesar de ello, en los primeros compases del show se les vio un tanto comedidos. Afortunadamente, al ritmo de “24 Frames” o de una de las canciones más esperadas de la noche, “Decoration Day”, pronto entraron en calor. Lejos queda su etapa en Drive By Truckers, pero este último tema, que compuso para su ex formación cuando apenas tenía 23 años, suena mucho más poderoso interpretado por su actual banda. “Something More Than Free” y “Different Days” dieron paso a la sensacional “Alabama Pines”, rescatada de su segundo disco, con un Isbell mandando sobre las tablas y desgranando sus bellas letras con una voz llena de registros. Lo cierto es que canta mejor que nunca y es capaz de transmitir un sinfín de emociones con su voz, algo que quedó patente con la sentida interpretación que ofreció de “Traveling Alone”, que dejó al cantante con los ojos empañados y al público con el corazón encogido.


Llegados a la mitad del concierto, a Isbell se le veía cada vez más a gusto, interactuando con el resto de los músicos e incluso sonriendo de vez en cuando, algo raro en una persona tan huraña como él. Sonó “Outfit” y la banda se lució con el ritmo trotón de “Super 8” justo antes de uno de los mejores momentos del show. Jason Isbell se quedó solo en el escenario armado con su acústica y comenzó a rasguear los primeros compases de esa obra maestra que es “Cover Me Up”. Impresionaba ver al músico llenando el escenario con su voz potente y clara tocando en solitario, bien visible en su brazo la frase de “Boots of Spanish Leather” de Dylan que lleva tatuada y que da sentido a la letra. Según avanzaba el tema, uno a uno los músicos se fueron incorporando, elevando poco a poco la intensidad de la música hasta un final apoteósico que redondeó una versión sencillamente apabullante.

A partir de ahí la comunión con el público fue total. Siempre respetuosos, los asistentes se mostraron en todo momento rendidos ante el norteamericano pero en la parte final del concierto fueron más calurosos. “Relatively Easy” y “Speed Trap Town” mantuvieron la alternancia del setlist entre sus dos últimos álbumes y “Never Gonna Change” completó el recuerdo a Drive By Truckers. Fue este tema el que dio pie para poder disfrutar de un Isbell diferente, ya que sorprendió a todos al batirse en duelo instrumental primero con el teclista-acordeonista y después tête à tête con su guitarrista, mostrando su faceta más rockera y desenfadada y su habilidad con las seis cuerdas. Ya sólo quedaba “Children Of Children” antes de dar paso a los bises, que el público solicitó con educada insistencia.


Para despedirse del público belga, el artista se decantó por “If It Takes A Lifetime” y cerró el set con uno de sus clásicos, “Codeine”, componiendo un final apasionante para un show magistral. Cien minutos de manual que dejaron fuera algunos de sus mejores temas y que aun así fue sencillamente perfecto. La madurez compositiva que ha demostrado en los últimos tiempos se traslada a sus directos magnificada por un talento desbordante que no necesita de artificios. Está en un momento inmejorable y afortunadamente parece que tiene la estabilidad suficiente para que sea duradero. Tras testar su directo la conclusión está clara: Jason Isbell es ya uno de los grandes.

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