Por Fran Cea

Poder proclamar que un evento musical, en este caso el Getxo Blues Festival, bajo el auspicio de una municipalidad acaba de sobrepasar en este 2014 su XXVI edición no se si nos produce más admiración o envidia. Y sin embargo el fin de semana del 18 y 19 de Julio se obró nuevamente el milagro y la plaza Biotz Alai de Algorta se volvió a llenar de música, y lo que es más importante de gente (más de 1000 tickets vendidos el viernes y rozando el lleno con 1500 asistentes el sábado), que cumplía nuevamente con la tradición de arropar a músicos venidos del otro lado del charco.

Había en esta ocasión en el ambiente algo de sinsabor entorno a la confección del cartel, quizás algo más en falta que en otras ocasiones de alguno de esos nombre rimbombantes que por si mismos son capaces de realizar un “efecto llamada” pero también muy concienciados de que tendríamos un retorno a los orígenes musicales de un estilo que adquiere una relevancia más que merecida.



Nos fue imposible acudir el jueves a la cita con el ferrolano Victor Anieros, representante único del rock ibérico en esta edición, y llegamos, muy justos pero lo conseguimos, al concierto que el viernes ofrecieron dos guitarras de estilos y caracteres muy diferentes. Smoking Joe Kubek y Bnois King se acercaban nuevamente al festival (ya actuaron en 1999) acompañados de una más que discreta bajista y un batería sencillo y por momentos invisible, a desgranar un sonido de blues muchas veces tejano (durante toda la velada sobrevolaron el ambiente los nombres de Steve Ray Vaughan, ZZ Top e incluso Dr Feelgood), abierto e hiper electrificado en el caso de Smoking Joe y más tradicional e incluso soulero en los dedos de Bnois y que conjugaban un repertorio que se ejecutaba con precisión pero que se mostró en muchas ocasiones carente de feeling (imperdonable en el género).

Y lo dicho no significa que dieran un mal concierto, que no lo fue, sino que en muchas ocasiones y mientras desplegaban su extenso repertorio, llamó la atención la poca presencia de su último trabajo Road Dogs Life con solo  las iniciales Big Money Sonny y That Look On Your Face, faltó comunicación y empatía tanto entre los protagonistas como por parte del guitarrista Smoking Joe (mote muy acertado al ver su afición al tabaco entre canciones) que si se mostró hábil y caliente con el slide mientras Bnois King intentaba con simpatía reconducir la situación y redujeron el concierto a una sucesión de interpretaciones en vez de a un concierto.




Entonces ¿Qué les hacía falta a los protagonistas?, pues la cosa quedó clara cuando en los bises contaron con la aparición del armonicista y cantante Billy Branch, programado para el sábado, que les dio una patada blusera y metafórica en el culo y les puso en órbita con dos interpretaciones calientes y desenfrenadas, primero la versión de Sonny Boy Williamson Help Me” y una composición instrumental más bailóna (no cuento un último tema que tocaron obligados por su manager), que hicieron que el regusto final fuera mucho mejor que el desarrollo anterior y nos reconciliara en parte con los músicos. Dos horas de show que se hicieron algo largas y casi dos docenas de canciones para finalizar, como me definió un compañero de prensa: “han estado profesionales, no se puede decir más del show”. Pues sí, y aburridos también añadiría yo.

Lo del sábado “fue otro cantar” . Con el cartel de sold out a punto de figurar en la puerta, los asistentes nos enfrentábamos a una auténtica conmemoración del blues de Chicago por parte de cinco leyendas musicales de la ciudad, todas con los sesenta años más que cumplidos, que entrarían y saldrían del escenario en solitario o en duetos durante más de dos horas para regocijo de una audiencia que, esta vez si, consiguió una comunión total con los intérpretes. El juego era el siguiente: Una banda base de lujo con Matthew Skoller como presentador y armonicista, Bill Flynn a la guitarra,  el soberbio Felton Crews al bajo de seis cuerdas, un jovencísimo batería que sonó como un auténtico veterano en la figura de Kenny “Beedy Eyes” Smith (hijo del batería de Muddy Waters) y al piano de cola y órgano Hammond el risueño Johnny Iguana, un músico también mayúsculo con una pegada y un sentido del ritmo capaz de poner a bailar a un muerto.



Este proyecto nació hace unos años y se vio refrendado con la grabación de un disco, “Chicago Blues – A Living History” que fue nominado para el Grammy en el 2010 y en él estos 10 protagonistas repasaban lo más granado de sus repertorios. El show empezó con varios temas instrumentales donde Johnny Iguana se lució, y de que manera, al piano combinando técnica y entrega (vaya pegada a las teclas) y enseguida salió el primero de los invitados, el armonicista Billy Boy Arnold, discipulo de Sonny Boy Williamson y músico de Bo Diddley, muy ligado a la escena Sur de Chicago y soplador desde hace más de 50 años. Interpretó My Little Machine y She´s Love Crazy todas con un tono relajado y profundo, y presentó I Wish You Would como “la canción que me puso en el mapa”, algo cierto si tenemos en cuenta que la grabó David Bowie en el 73 para el Pin Ups.

Más enérgico estuvo el guitarrista John Primer, uno de los supervivientes de la vieja escuela bluesera de Chicago y con una trayectoria vital llena de penurias que se refleja tanto en su forma de cantar como en el acento musical con el que impregno la inicial Imagination de Sonny Boy Williamson y They Call Me John Primer con un sonido mucho más rural.

A partir de aquí la cosa subió de temperatura musical, fundamentalmente porque los ritmos se aceleraron y a partir de que Matthew Skoller atacara Born In Chicago con auténtico fuego en su armónica y Billi Branch hiciera acto de presencia la energía se disparó. Espectacular en el soplido, y algo justo en la voz, Billy impuso su carácter en una incendiaria Hoodoo Man Blues (Junior Wells) y bailó hasta hacer el "moonwalker" en One More Mile. La gente se movía y en las primeras filas los cuerpos se juntaban algo más. Hate To See You Go, acabó con la presencia del gran (literalmente) Carlos Johnson sobre el escenario, con su guitarra de tonos cerrados y etéreos y una voz estratosférica que produjo que tanto The Healer (con Branch apoyando en la armónica y nuestro protagonista en un solo de notas lentas y llenas de chorus) como She Smell Like Gin (maravilloso título) le proclamaran como ganador absoluto de una velada llena de estrellas.



El último en aparecer en la noche fue el guitarrista Lurrie Bell, que a pesar de tener que llevar las letras escritas en una chuleta junto al micro equivocó varias veces los versos sin que eso enfadara a nadie sino todo lo contrario. Lurrie demostró la definición absoluta de lo que es el blues con su sonido crudo y su voz rota, con una expresión tan sincera como pura y evocando a Elmore James al cantar I Believe o My Love Will Never Die.



Con el público extasiado los protagonistas pusieron la guinda todos en escena, diez músicos, para cantar Blues Had A Baby (and It´s Call Rock And Roll) poniendo letras doradas de gran éxito, uno más, en esta edición del festival. Por 10 euros la velada nadie da más. En el 2015 estaremos allí de nuevo.

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