Los Dustaphonics capearon el temporal, en forma de una ronquera notable de su cantante Gizelle Smith, y salieron airosos del concierto de Bilbao (domingo 17 de febrero, Nave 9; el último de su gira de cuatro fechas) gracias a la contundencia de un sonido que va más allá del surf, que pica en el garaje, que tiene en los instrumentales un arma y en la voz de Yvan Serrano un comodín. La voz de Gizelle, no nos engañemos, lastró el show, pero se compensó con sonido twang (la Fender Jaguar de Yvan sonó estupendamente toda la velada), lo compacto de la sección rítmica que no decayó en ningún momento y la propia actitud de la cantante que no paró de bailar y se dejó lo que quedaba indemne de sus cuerdas vocales en temas de alta exigencia.

El concierto tuvo garra y sonó más crudo que en la ocasión anterior en el Satélite T (la cantante era Hayley Red, su tercera cantante; y es que tienen alguna más en lista) incluso los instrumentales que devinieron en surf sucio ("Eat My Dustaphonic") y que revisitaron el "Louie Louie" jaleado por una peña implicada. Sin duda lo mejor de Gizelle estuvo al principio, con la voz todavía sin la roña que la cubrió según avanzaba el concierto, en una "Back To Mono" furiosa, pasando los papeles a la voz a Yvan en varios temas, como el homenaje conjunto a Ramones y Bo Diddley en "Johnny & Bo". Fue hora y cuarto de sonido sin concesiones (más allá de las necesarias para intentar salvaguardar la voz de Gizelle), de rugosidad eléctrica, coronadas en el bis con el tema estrella de su último ep, un despendole al grito, ejem, de "De Puta Madre".


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