Texto: Jorge Escobedo

Hay dos tipos de conciertos. Aquellos que se olvidan fácilmente tras la bajada del telón. Que no logran impactarte emocionalmente y se guardaran en un reducto ínfimo de tu memoria, de la cual difícilmente volverán a aflorar. Y luego están los que te golpean hasta el infinito. Los que te marcarán de por vida. Aquellos a los que buscarás en el recuerdo cuando quieras sacar una sonrisa. A esta última clase de conciertos pertenece el que Paul Simon nos ofreció el pasado jueves día 17 de noviembre en el BEC de Barakaldo. Fecha marcada en rojo en nuestro corazón por el resto de nuestros días.

Tras 25 años sin pisar España, por fin una promotora (Riff Producciones) hacía el esfuerzo por traer a uno los más grandes creadores de canciones del siglo XX. Aquel que de la mano de Garfunkel y posteriormente en solitario, creó himnos para toda una generación. Es por eso lo extraño de la poca asistencia de público al concierto. Aunque si nos basamos en el precio de las entradas, esa extrañeza principal, se torna en una mera anécdota. Eso sí, los allí no presentes, se perdieron una jornada mágica.

Pasados quince minutos de la hora estipulada para el comienzo del show, la genial  banda  de Simon hizo acto de presencia e inició el repertorio con el instrumental “Gumboots. Y a partir de ese momento, clásico tras clásico durante las dos horas y media de duración del espectáculo. Al comienzo del mismo, la voz de Simon aparecía en un segundo plano tras percusiones y vientos, algo que mejoró mucho durante el transcurso del concierto.

Este año se cumple el treinta aniversario del colosal “Graceland”, cuyas canciones fueron parte importantísima del recital. Así “The Boy in the Bubble”, “Graceland” y la dupla maravillosa de “Diamonds on the Soles of Her Shoes” y “You Can Call Me Al” nos acercaron a ese sonido exótico proveniente de Sudáfrica. “That Was Your Mother” levantó al respetable de sus asientos, acercándose a los pies del escenario.

Pero como no solo de Graceland vive el hombre, también pudimos disfrutar de las soberbias “Me and Julio Down by the Schoolyard” de su primer disco en solitario, la bella “Dazzling Blue” de su magnífico disco “So Beautiful Or So What” y una emocionante “Still Crazy After All These Years” que nos puso los pelos de punta.

Su último disco “Stranger To Stranger” también tuvo su momento con tres temas, menos conocidos, pero no por ello menos importantes. Sonaron “Stranger To Stranger”, “Wristband” y “The Werewolf”. Cante jondo, como diría un buen amigo mío.

Los momentos más estelares y emocionantes tuvieron lugar cuando rescató canciones de su dúo con Garfunkel. “America” dejó claro que la voz de Simon tiene dificultad en algunas notas, pero no por eso deja de ser igual de penetrante. “Homeward Bound” nos enterneció sobremanera y “The Boxer” nos puso entre la espada y la pared, a pesar de ese ritmo country con el cual la interpretó. Pero si hubo dos momentos para llevarse a la tumba, esos fueron “The Sound Of Silence” en solitario a la guitarra acústica y un final apoteósico con una de las más bellas canciones jamás creadas. Imponente fin de fiesta gracias a “Bridge Over Trouble Water”. Sin palabras…

Aún sigo dándole vueltas a lo vivido el jueves pasado. Y las que me quedan…


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