Texto y fotos: Fran Cea
Bajo el nombre "An Evening with Natalie Merchant" la cantante Neoyorquina, otrora líder de los aclamados 10.000 Maniacs, se embarcaba en un tour que nuevamente la traía a Europa, para media docena de fechas en varias capitales, que se saldaron con un rotundo sold out en todas ellas. El pretexto era Paradise Is There, The New Tigerlily Recordings, una regrabación de su exitoso disco debut en solitario (5 millones de copias vendidas), 20 años después de su lanzamiento. En el cual las canciones se han desvestido de una producción más elaborada y se acompañan de nuevos arreglos e instrumentaciones, más livianas y maduras, que dejan espacio libre para que respire y brille una voz prodigiosa. Porque que en Natalie Merchant se aúnan el talento compositivo que emana de la forma poética de abordar las líricas y, a diferencia de otros grandes songwriters, una voz llena de matices, fuerza y calidad.
El concierto, de algo más de dos horas, obvió su etapa en 10.000 Maniacs y repasó, revisitó y reinventó su discografía en solitario. Desde el disco homenajeado, Tigerlily, hasta el que es su mejor trabajo, y probablemente uno de los mejores albums editado en la última década (Natalie Merchant, 2014), del que nos regaló hasta cinco canciones.
Maggie Said abrió, de manera relajada, la caja de las emociones, y un recorrido bucólico y complejo a través de la tradición del folk americano . Vain And Careless contuvo el aliento de los presentes y tras Frozen Charlote llegó River, (un tema dedicado al actor River Phoenix) que alargó su duración y donde todos los músicos parecían tan solo acariciar los instrumentos (batería con escobillas, guitarras acústicas, las texturas de las cuerdas casi imperceptibles) para que Natalie nos dejara sin aliento con su voz, hasta que tras el último verso llegara la primera de las ovaciones de una noche que estuvo repleta de ellas.
Giving Up Everything puso en pie todo el patio de butacas y The Man In The Wilderness fue una pseudo fiesta gitana con su pianista, Uri Sharlin, reconvertido en acordeonista y con la protagonista bailando, de manera "aflamencada" por todo el escenario. Sin embargo fue en el tramo de concierto en el que el cuarteto de cuerda se retiró y el formato se simplificó aún más cuando llegó la mejor parte del show. Ayudó que eligiera para esta parte alguno de sus singles, como Carnival (donde su batería dejó su instrumento para cambiarlo por un cajón), Build A Leeve con un aire casi pop o Saint Judas, dedicada al candidato a la presidencia Donald Trump y a su "discurso intolerante, xenófobo y fascista"). Texas, mi tema favorito de su discografía, fue un escalofrío ("Gonna get what’s mine and wild horses couldn’t keep it from me. Papa says I’m a golden child and the whole world’s gonna fall at my feet. It’s all coming to me") antes de que tras Motherland, Natalie presentara a la banda y regresaran las cuerdas.
La cantante interpreta cada una de la canciones, las escenifica con sus gestos y miradas convirtiendo el concierto en una experiencia casi física, dramática. Se suelta el pelo dejando su larga cabellera blanca libre y se descalza para la parte final del concierto y con solo un gesto hace que todo el público se ponga en pie para que en Life Is Sweet (una canción sobre un niño que piensa en el suicidio) la emoción se desbordara en su rostro. Fue la última de la primera parte del repertorio y, cuando abandonó el escenario, se produjo una ovación ininterrumpida de cinco minutos hasta que la banda regresó al mismo.
Cuatro temas dejó para la última parte del show. Ladybird, Break Your Heart, Wonder, otro de sus grandes singles, que puso a bailar a todos y una final Kind & Generous que comenzó a capella y finalizó con la diva estrechando las manos de quienes ocupaban la primeras filas.
Un concierto soberbio y una cuenta saldada para quien escribe con una vocalista a la que llevo siguiendo durante años. El esfuerzo sin ninguna duda mereció la pena. Ojala algún día la podamos ver de gira por España.
Desde luego, ojalá,podamos verla por aquí. Qué envidia ...