Texto: Jorge Escobedo
Fotos: Lorenzo Pascual
No hay nada mejor para acabar una semana que asistir a un concierto para desestresarse. Por este y otros muchos motivos, no íbamos a dejar pasar la ocasión de asistir al Kafe Antzokia de Bilbao para poder ver a los Delta Saints en todo su esplendor. Ya me ganaron en la pasada gira, e iba con la mirada puesta en que en esta me iban a noquear, a tumbar en un ring del cual tardaría días en levantarme, pero muy a mi pesar, solo un buen gancho de derechas sin opción a besar la lona.
Hace unos años cambiaron a su extraordinario armonicista por un teclista, con quien han ganado en numerosos matices hacia el soul, pero han perdido esa mala leche del blues más rural que para mí les hacía diferentes.
Con un Antzoki que presentaba una peor entrada de la que me esperaba, los de Nashville nos ofrecieron un concierto donde la base principal es ese directo publicado hace meses, así como un par de temas nuevos.Con un Ben Ringel que ya no toca sentado, como pudimos apreciar en su anterior visita, pudimos escuchar la suavidad de “Pray On”, donde reluce su base rítmica, bajo y percusión, la grandiosa “Death Letter Jubilee”, con momento góspel coreado por el público, una funky “Drink it slow”, el blues pantanoso de “Chicago” desembocando en un boggie frenético. Pero sin duda hubo dos momentos mágicos para mí. Esa maravilla que es “3000 miles” la elevan a cotas nunca alcanzadas. Su ritmo jazzy de pricipio se funde con un Dylan Fitch que alcanza la perfección en un punteo antológico para acariciarle la cara a Duane Allman, que seguro derrama alguna lágrima allá donde esté. Y esa versión del “Crazy” de Gnarles Barkley, descomunal, donde Ben se deja el alma en la voz, y me deja entrever que si quiere… puede.
“Bird Called Angola” les lleva al camerino, para poco después regresar ante un público totalmente extasiado, y despedirse con la estupenda “The Devil´s Creek”.
Lo tienen todo para ser uno de los grandes, pero de momento solo eso…lo tienen.
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