Por Larrypas
20 años no son nada y esos son los que han pasado desde que catamos en directo a Graham Parker en la Sala The End vitoriana. Nos quedamos con ganas de más pero no hubo manera y, cuando ya habíamos casi renunciado a volver a verle, el Walk On Project (proyecto loable que intenta ayudar en lo posible a la investigación de enfermedades raras y lo hace, oh sorpresa agradable, a través muchas veces de la música) lo programa en el Kafe Antzokia bilbaíno el pasado 4 de septiembre, junto a Brinsley Schwarz y en el marco por una gira por el estado que también le llevará a Barcelona y Madrid. La anterior vez fue en solitario; ahora en dúo; esperemos no pasen otros cuatro lustros para poder degustarlo con sus Rumour. Nos pusimos (no sé por qué me ha dado por el “nos” mayestático) nuestras mejores galas, trincamos la cámara y para el Antzokia nos fuimos con ganas, alimentadas por el paso de los decenios.
Principió el concierto destilando calidad en cada acorde y a la tercera nos presentó “Stop Cryin' About The Rain”, de su último disco con los Rumour Three Chords Good. El que tuvo retuvo y con el paso de las canciones Parker se fue animando, nos contó historias, se arrimó al swing de “Silly thing” y comenzó a desgranar las gemas que pululan por su cancionero. Temas de su album debut (Howlin’ wind) y de otras perlas de su discografía primigenia se mezclaron con canciones no publicadas todavía (“Flying into London”) como si estuvieran publicadas al alimón. Y es que su discografía da para mucho, bien lo atestiguaron temas del Mona Lisa’s Sister (“Under The Mask Of Happiness” y una magistral “Blue Highway” con la armónica campando a su aire), la artesanía reggae de “Snake Oil Capital Of The World” y su tránsito por vericuetos americanos con el slide de Schwarz como bandera.
Pleno a la voz, por la que pareció que no habían pasado los años, Parker no bajó el pistón de la intensidad, cosa difícil para codas en formato dúo, y atacó el santo grial de su discografía. De Squeezin’ out Sparks sonaron “Love gets you twisted” que nos noqueó con punteos pristinos y “Passion is no ordinary World” que puso a la peña a corear el estribillo como titanes y a dejarse las manos en el aplauso final. Heat Treatment colaboró con el medio tiempo que debería enmarcarse como canon del género “Hotel Chambermaid” en el que la gente volvió a ejercitar sus cuerdas vocales. Y como no, de Howlin wind, su primer opus, descollaron eléctricas “White Money” y una “Don’t ask me questions” que puso fin al concierto con los presentes rendidos a sus pies, a la calidad de un hombre que nunca ha renunciado a ser lo que es, en aras de una mayor popularidad. En el bis más de lo mismo, primero sólo él cubriendo el escenario para finiquitar el show con un “Local Girls” que emocionó.
No se si volverá por estos lares, si lo hará sólo o con banda, pero si viene, volverá a ser la cita ineludible del año. Rock on!
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