Por Larrypas

 La presencia de los Sheepdogs en la Sala Azkena de Bilbao ha servido para iniciar el curso en lo que a conciertos se refiere del que esto teclea. Uno de los tapados de la pasada edición del Azkena Rock Festival, The Sheepdogs se convirtió en la sorpresa del festival y en uno de los mejores conciertos del mismo según distintas y contrastadas opiniones de los plumillas del género. Canadienses de pro, cuentan con cuatro discos en su haber, pero ha sido su cuarta rodaja de título homónimo la que les ha puesto en el candelabro musical y les ha permitido realizar una gira exitosa por el estado.

La Sala Azkena presentaba un sold-out abrumador, apreturas en las primeras filas y presencia eminentemente masculina para visionar el directo de estos barbados que pican en el patio del rock americano de raiz, pasado por el tamiz de la psicodelia, pero sin perder nunca de vista a los patrones del género.

concierto The Sheepdogs en Bilbao

Principiaron puntuales los teloneros, The Soul Jacket, que nos gustaron con su estilo ritmanblusero, un guitarra mayúsculo y un frontman remedo del Cocker más juvenil que gustó y se gustó. Durante media hora presentaron su disco “Wood mama”, no desentonaron y fueron un digno aperitivo a las estrellas de la velada.

Y a la hora en punto y con la sala en ebullición The Sheepdogs hicieron suyo el escenario del Azkena para, durante ochenta minutos, dar rienda suelta al rock de guitarras. En formato quinteto, las guitarras se doblaron en muchas ocasiones, el bajo y la batería retumbaron comedidos y al teclas prácticamente ni se le oyó. Picando de sus dos últimas reseñas, principiaron el show con rock de raiz sureña, machacón en el ritmo y de riqueza vocal para desembocar en una “Feeling good” que despacharon con altas dosis de lisergia fuzz. Punteos pristinos que dieron paso a riff machacones y de sonido canónico en “Right on”. Desentonaron un poco con la boutade del trombón en “Evian’s blues”, único momento por cierto en que se oyó el teclado.

concierto The Sheepdogs en Bilbao

Homenajearon a sus mayores y por allí deambularon los fantasmas de los Byrds en “I don’t get by”, sabiamente aposentada en las armonías vocales, las jams incandescentes en una “Javelina” que tornó en duelo de guitarras, ora psicodélicas, ora pantagrúelicas en el riff y el efectismo ritmanblusero en “Catfish 2 boogaloo”. Y para el final dejaron sus temas más conocidos, “I don’t know” y “How late, how long” que solventaron con punteos incandescentes, dejando al respetable con ganas de más. Bis al uso y al merchandising en el que los vinilos estaban a 20 euritos del ala; no cayeron claro.
Rock on!

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