Por Larrypas
25 años lleva el Getxo Blues en el candelero y programando a todas las estrellas que en el mundo de la música “negra y triste” han sido. Salvo B.B. King entre los vivos y por causa de fuerza mayor en otros casos (Muddy Waters, Hooker), por el escenario getxotarra ha pasado lo más granado del blues mundial: Luther Allison, Johnny Copeland, Koko Taylor, Buddy Guy, etc. Un esfuerzo sobresaliente y más teniendo en cuenta que hasta hace un par de años los conciertos eran gratuitos; aun hoy en día, los seis euros por actuación resultan admirables.
Para esta edición los organizadores se han sacado de la manga una terna presidida por el incombustible Charlie Musselwhite, que ya estuvo en la edición del 95, y que a sus setenta años nos ha arrebatado con una excelsa colaboración con el poliédrico Ben Harper. Por la Plaza Biotz Alai de Algorta desfilarán también el blues teñido de soul, góspel y rock de la Sharrie Williams, y Dana Fuchs, la nueva promesa blanca del rockinblus. Esta será la reseña de los tres días.
Así el jueves, con un cuarto de hora de retraso se presentó Sharrie Williams al frente de un cuarteto instrumental en el que descolló el barbilampiño guitarrista (Lars Kutschke) por clase y mesura en los solos, y el fornido bajista que hizo retumbar su instrumento de cinco cuerdas. Con estos mimbres y durante unos cien minutos la Williams tuvo tiempo de asaetearnos con soul carnoso, ritmos funkoides y góspel alejado del estándar, al que se arrimó gozosa para loar al dios que le permitió salir de las drogas y al que prometió difundir su verdad y contarnos a todos cómo la salvó (¡¡¡AMEN!!!). Fueron momentos íntimos en el que los ritmos góspel cuajaban entre el respetable en un aura de modernidad (“Out of the dark”). Principió el show con clase de alma azul, con la guitarra dominando y ella meciéndose en una “Jealousy” para enmarcar. Sonaron también bluses actualizados sónicamente (“Prodigal son”, homenaje a sus dos hijos), funks pastueños de guitarra wah-wah y más góspel con arreglos de teclado que satisficieron a la parroquia y la puso a danzar. Lo mismo hizo ella con el grupo en las originales presentaciones donde todos ellos se marcaron unos pasos descollantes y alejados del estereotipo. Buen comienzo.
El viernes, con la carpa prácticamente llena de gente variopinta, era el turno de la rockera Dana Fuchs. Emula de Janis Joplin, aun sin la cazalla que tanto nos gusta de ésta, se batió el cobre con un repertorio deudor del rock más stoniano, americanismos varios y una actitud sin tacha. Desde el principio bailó, movió caderas, reptó por el escenario y se sacudió al ritmo, sobre todo, de su última rodaja digital (“Bliss Avenue”) de la que destacó el rockinblus de mismo título, una “Livin on a Sunday” que marcó uno de los hitos de la jornada con su soul sofisticado y “Roddens in the Attic” plena de soul carnoso y voluptuoso. Le dio tiempo a loar a Barak Obama de quien dijo que tiene “coj…” y a contarnos la desdicha de su hermano (al que dedica “So hard to move”), muerto de cáncer, y que levantó algunos aplausos no sabemos si de ánimo o por el icónico desconocimiento del inglés de esta tierra (ella dio la impresión de estar atónita). Su ex a la guitarra se salió en solos plenos de muecas y de buen gusto también, el teclado pasaba por allí y la base rítmica anónima y contundente hasta su correspondiente solo en el bis, en el que descolló un bajo lanzado que nos asaeteó con riffs aflamencados (otro solo de bajo a la buchaca de los que me han gustado). El “Helter Skelter” puso colofón al concierto para el que esto teclea, ya que el tema final a mayor gloria de sus músicos sobró a todas luces, alargando innecesariamente un concierto aguerrido. Y seguimos con buena nota.
El sábado 20 era el día del blues con mayúsculas gracias a la visita del septuagenario Charlie Musselwhite, que, puntual a la cita, descargó su blues antañón y chicagüense ante una parroquia que volvía a casi llenar el recinto de la Plaza Biotz Alai. Lejos queda su actuación en el mismo festival del año 95 y los años no han pasado en balde para un artista que cantó con oficio y sopló la armónica con maestría, sin caer en la autocomplacencia de la que hacen gala muchas estrellas en eso de soplar a través de los agujericos. Generoso en el esfuerzo, repartió momentos estelares con sus músicos, en especial un guitarrista efectivo (ha sido el festival de los guitarras, todos a la vera del jefe/a, pero con papel protagonista) y se sacó de la manga una colaboración con Cedric Burnside que salió mediado el concierto, impactante a la batería y sutil a la guitarra y que prolongó su “bolo”, junto a Trenton Ayers a la guitarra, con blues rocoso y magnético (por poner una pega, quizás se alargó demasiado). Con la gente rendida, Musselwhite principió con blues clásico, se sacó de la manga toques de blus & soul carnoso y ahondó en la caverna. Despachó una coreada “Roll your money maker” y, en formato sexteto (con Burnside y Ayers) se arrastró en el blues de “Wild, wild woman”, marcando una cima eléctrica en el show. Para el bis, y con las fuerzas ya gastadas, sopló sutil su armónica en un instrumental que, a pesar de las dos horas de concierto, nos dejó con ganas de más. Y de la misma a firmar discos a 20 euros, aunque este que teclea se llevó su foto del 95 firmada, a pesar de la media naranja del artista que sólo decía: “Only records, only records…”. Colofón y broche de oro para una excelente edición del Getxo Blues. Y que siga.
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Rocklive.es
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martes, julio 30, 2013
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