Por Larrypas
Hay gente que sigue a sus ídolos musicales allá por donde van pero yo nunca he sido uno de ellos. Pero mira por donde, la llegada de Dan Baird al estado, las ganas que tenía de verle en sala pequeña y la posibilidad que tenía de desplazarme a la capital del reino (Madrid) desde la capital del mundo (Bilbao), se han conjuntado para que pierda mi virginidad como seguidor cerril de un grupo. No sé cómo quedará pero ésta será la reseña de ambos shows en un mezclum del que sacamos una cosa clara: no hay nada más injusto que el mundo del rockanroll. Dinosaurios que copan portadas, generaciones OT que llenan pabellones (cada vez menos por suerte), David Getta que convoca multitudes y personajes honestos, con la calidad como bandera, que no consiguen convocar a más de media entrada en una sala de aforo más o menos reducido como el Kafe Antzokia bilbaíno y algo más en la decrépita sala El Sol de Madrid. Pero bueno, así están las cosas y, o estoy equivocado (¡¡ojalá!!) o al bueno de Dan Baird y sus Homemade Sin, adalides de la honestidad sin fronteras, no les esperan multitudes en sus conciertos por el estado.

Y debería, ya que sus shows se convierten en aquelarres sónicos que combinan la pericia en los instrumentos, la pegada de un Mike Tyson en estado de gracia y unas canciones que nos retrotraen a la esencia del rockanroll. Y fue aquí donde surgió la “polémica” con la presencia de siete versiones (pelín sobadas reconozcámoslo) en el set bilbaíno (alguna menos en Madrid); recortadas, completas, orgiásticas eso sí, pero que nos hicieron echar de menos temas propios de su actual banda o de alguna de las encarnaciones del bueno de Baird. Y claro, opiniones para todos los gustos: demasiadas para unos, actitud respetuosa a sus actuales compinches para otros...



Antes, saltaron al ruedo Jim Wilson y sus secuaces que, durante una hora, despacharon esa suerte de blues de riffs monolíticos cuasijevis que tan poco me atraen, pero que tuvo un par de flashes de calidad cuanto más se acercaron al riff stoniano, a la marca ritmanblusera. Con ganas de agradar Wilson despachó solos rugosos y atemperó el ritmo con un par de baladas prescindibles para el que esto escribe. Como aperitivo bien, pero no me mata.

Ya con Baird en el escenario la cosa cambió, el ritmo machacón anterior mutó en trepidante y, dejémonos de historias, el rockanroll venció en la noche bilbaína, en la madrileña y, si es de la mano de Baird y sus secuaces, vencería también en el más remoto poblado amish de la América profunda. Dos horas de energía en estado puro (algo menos en Madrid, porque tenían que abrir la discoteca a la una, lo flipas), de riffs contagiosos, de solos descomunales, de ritmos retumbantes y de una actitud a prueba de bombas, que me noqueó en Bilbao, me alucinó en Madrid y que seguro que me  habría vuelto a volar el cerebro en Jerez, si hubiera ido al Serie Z, próxima parada de una troupe en estado de gracia.



A sus casi 59 años Baird está hecho un chaval, Warner E. Hodges sigue girando como una peonza mientras nos abrasa con solos estratosféricos, Keith Christopher al bajo marca, canta y teje una red en la que destaca Mauro Magellan, un batería descomunal, un portento en el ritmo que machacó su instrumento sin un solo baquetazo de más y que demostró que se puede descollar sin el consabido solo de batería (a un altar por evitarlo y una campaña para su proscripción).



Y con estos mimbres tejieron un show principiado de manera orgiástica con temas propios que retumbaron cual martillo pilón. Descollaron “I Dunno”, “Julie & Lucky”, “Crooked smile” y “Runnin’ outta time”, aunque la cima se concentró en una versión aguerrida de “I love you period” que nos hizo babear, chillar y retorcernos en un frenesí pocas veces igualado por estos lares. Consciente de estar ante un espectáculo inmenso, la peña no reculó, disfrutando de las correrías de Warren y sus volatines con la guitarra (menos en Madrid por lo reducido del escenario), de la garganta rasposa de Baird, de una banda de rockanroll en estado puro. “Damn thing to be done” nos hizo berrear otra vez y “Two for Tuesday” sonó aguerrida, imbricada con “Sweet Jane” y “Proud Mary” en un mejunje sonoro que gustó al que esto teclea por lo bueno del aliño.

De ahí al final, el delirio en Bilbao con versiones de Beatles, Ramones, Neil Young (repetidas en Madrid salvo el “A hard day’s night”) y la que más nos gustó, una “versión” propia, ardiente, actual y febril de “Take your hands to yourself” o lo más cerca que ha estado nunca Dan de petarlo con un hit al frente de los adorados Georgia Satellites (¡¡¡en 1986!!!). Con la voz ronca él y nosotros, los puños en alto (equilibrios hubo que hacer con la cámara) y la adrenalina por las nubes, bis palúdico con otra versión extrema, vía Little Richard y su “Keep a knockin’” para dar por finiquitado un concierto (Bilbao) que se nos hizo corto (más en Madrid por mor del “horario discotequero”).



No sé si volveré a ver a alguien más de una vez en días consecutivos, pero si se llama Dan Baird seguro que me lo plantearé seriamente. Si además te liberas del peso fotográfico en la segunda sesión y te abrazas, por fin, con un compinche, la noche perfecta.

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