El ciclo Music Legends continua su exitosa andadura en la Sala BBK de Bilbao (nunca nos cansaremos de agradecer una programación basada en la calidad, una sala de acústica excelente, aunque pelín fría por mor de las butacas, y unos horarios “europeos” respetados por todos) programando una noche de blues con la oronda, artrósica y entrañable figura de Magic Slim. A la sombra de los grandes del género, el Mágico se descuelga casi todos los años con una nueva rodaja sónica y gira sin parar, siendo ésta la única cita en el estado.
Arropado por unos Teardrops de baterista furibundo (exagerado y ruidoso), bajista monolítico y guitarrista pertinaz en el apoyo al líder, Magic Slim dibujó un show elástico y monocorde en el blues de Chicago (y no es crítica, que cada uno se tiene que dedicar a lo que mejor sabe hacer). Por allí no apareció ni el pantano luisianesco, ni la fiesta de Nueva Orleáns; la cosa rulaba desde el riff y el punteo de alto octanaje sobre melodías macizas, eléctricas y competentes.
Y la cosa fluyó bien desde que, arropado por su ayudante, Magic Slim, stetson negro chulísimo calado, salió inseguro en el andar al escenario, tras introito de sus escuderos que operaron blues sin fuste (si Magic Slim estuvo casi hora y media sobre el escenario ¿qué necesidad había?). Pese a los problemas iniciales con el ampli de su guitarra, fue colocarla en su sitio (hacia el patio de butacas) y el blues se desparramó sincopado en “Bad boy”, se acercó al mainstream en versiones que lo acercaban al funk más peleón y nos acogotó con blues lento y rasposo a la guitarra y a la voz ¡¡Cómo recordaba a Howlin Wolf!!.
Blues tabernario y eléctrico que lo mismo viraba al boogie trotón de “Let the good times roll”, permitiendo el lucimiento del segundo guitarra con punteo centelleante, que nos desarmaba con ritmos ondulantes, sollozos blues y ritmos machacones que nos recordaron al Muddy Waters más vital en una versión rocosa de “Highway is my home”. Fin de fiesta, aunque aún tuvo arrestos para un bis en el que descolló la versión de la canción escrita por Eddie Floyd y Steve Crooper e impulsada a la galaxia soulera por Wilson Pickett “634-5789”.
La gente se dejó las palmas en una ovación prolongada y, qué bien, a las 22:30 en casa que al día siguiente había que volver al curro.
Por Larrypas
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Rocklive.es
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jueves, mayo 03, 2012
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