Tras la tormenta viene la calma. Tras el akelarre del Azkena, con solos de batería de 15 minutos, de guitarra de más de 10 y alguno de bajo del que no me quiero acordar (también hubo cosas muy interesantes, que conste), el ciclo Music Legends programó el lunes 4 en la Sala BBK a uno de los estandartes de la música popular de Nueva Orleans, al Dr. John. Músico capital en la fusión del rock y el blues con los oscuros sonidos del vudú, con el groove proveniente de las calles y suburbios de la ciudad que se va recuperando poco a poco del devastador Katrina.
Malcom John Rebennack Jr. no ha dejado de girar, de publicar y de colaborar con las mayores luminarias del rock & roll, desde que en un lejano 1968 publicó su seminal “Gris, gris”, el 143 de los 500 mejores albumes de rock para la revista Rolling Stone. A partir de ahí, desde la atalaya de su piano, mezcló como nadie los sonidos originarios de su tierra natal con la psicodelia imperante, el boogie, el funk oleoso y la electricidad del rock.
Achacoso en el andar, apoyado en un bastón, el Dr. John acudió puntual a la cita acompañado de guitarra, bajo y batería, tirando de repertorio propio y ajeno, durante la hora y media que duró el concierto. Fue sentarse al piano y transmutarse a orfebre de los marfiles, con pulsaciones marca de la casa, sobre las que deambulaba en perfecta armonía una guitarra contenida y a las que seguía una sección rítmica al albur de la estrella. La voz, con el paso de los años, ha perdido algo de fuelle pero conserva el registro chuleta, medio recitado en ocasiones, que ha calado en el orbe rockero.
Agotado el billetaje, la ocasión la pintaban calva ante un público entregado y el Sr. Rebennack no perdió la ocasión. En hora y media nos convenció con fraseos delicados a las teclas, instrumentaciones sutiles (qué gozada los comedidos punteos a la guitarra, el sutil golpeo a los parches y la sencillez del bajo y es que nunca nos cansaremos de repetir que, la mayoría de las veces, menos es más) y ecos a su tierra. Respetuoso con sus maestros, recreó el “Tipitina” del Professor Longhair, promovió el funk de su ciudad al órgano y nos lanzó al camino del blues con ritmos sincopados y con el piano cediendo el protagonismo a la guitarra en los punteos más bluesys de toda la jornada (“Right place, wrong time”). Música de antros humeantes que mezclaba el aullido del boogie trotón (“Change of heart”) y el groove psicodélico, con el susurro del jazz (“Only in America”) y con el lado oscuro del vudú escenificado en forma de ritmos pegajosos, bailes estrambóticos, unas maracas adornadas para la ocasión y una calavera sobre cada teclado no sabemos si para solicitar protección a las fuerzas oscuras. Aclamado por el respetable y jaleado por su batería, regreso para un bis cargado de ritmo y lustroso por el groove grasiento de “Dream warrior”.
La fórmula Music Legends repite el éxito cosechado en ocasiones anteriores y es que, visto lo programado, pocas dudas han tenido que tener. Lo bien hecho, bien está y así hay que reconocerlo. Y dentro de nada Eric Burdon, casi nada al aparato.
Por Larrypas
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Rocklive.es
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domingo, julio 10, 2011
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