Difícil lo tenía el bueno de Eli Paperboy Reed. Los que tuvimos la suerte de degustarlo en el Azkena Rock Festival del 2009 nos quedamos de piedra ante la avalancha sonora, ante el feeling desmedido, ante la versatilidad de un artista que lo mismo te descerrajaba un torpedo funk, que se ponía meloso en canciones con alma. Por eso, cuando saltó la noticia de su concierto en el Kafe Antzokia bilbaíno, empezamos a salivar sólo de imaginarnos lo que podía dar de si este hombre en una sala de aforo reducido. Y no fuimos los únicos claro; la sala lucía un lleno predecible aunque poco visto por estos lares.
Y una vez catado llegamos a la conclusión de que no fue para tanto. El bueno de Eli ha girado tanto por la piel de toro que da la impresión de estar hastiado ante tanto agasajo y ofrenda floral. Ya han surgido voces que le afean la conducta, que, donde veían el resurgimiento del soul de toda la vida, ahora sólo ven una mímesis de los grandes, un atraco a los valores soul encarnados por las estrellas del género (con los que le emparentaban no hace mucho).
Y ni una cosa, ni otra. Estamos ante un gran intérprete, un gran escritor de canciones y un talento natural sobre el escenario, un entretenedor, en toda regla. Su primer disco, “Sings Walkin' and Talkin' and Other Smash Hits!” más cercano al blues, pasó desapercibido. Con su segundo disco, “Roll with you”, impactó cual meteorito, epató al personal y estuvo en boca de todos, con canciones flamígeras e interpretaciones cum laude. El tercero, “Come and get it”, era una reválida que superó sin problemas, evolucionando hacia un sonido más elaborado, más edulcorado si se quiere, pero con los suficientes pepinazos-canciones dentro como para alegrarte el día y los meses venideros.
Su bolo comenzó pulcro, con la peña arrimada al escenario y con un sector femenino abundante para lo que se cuece en la noche musical bilbaína. Él, trajeado, menos incandescente que en su noche vitoriana, nos lleva de Bilbao a la América negra del sonido Stax. Arrancó gritón (pidió que no se fumara ante el esfuerzo vocal a que le aboca su estilo) y gesticulante (“Name calling”, “Help me”) marca de la casa pero con el motor uno o dos pistones por debajo del rendimiento catado en Gasteiz. Ejerció de maestro de ceremonias, acercándose al gran Otis, a Pickett y, como no, al divino Cooke versión del “Twisting the night away” mediante; pero ni por esas logró despegar a la altura esperada. Se atrevió con el country, “You can run” y a la hora y media clavada finalizó el concierto con una “Explosion” enrabietada. Todo muy correcto, casi aséptico, muy profesional, pero a falta de la tensión necesaria para convertir el concierto en algo memorable.
Visto lo visto el repartidor de periódicos corre el peligro de estandarizarse, de hacer de sus conciertos algo previsible, de dejar de insuflar adrenalina y riesgo a unos temas candentes que sólo necesitan un poco de esa actitud para extasiar al personal. Igual el problema es la comparación o unas expectativas demasiado altas, pero, señores, visto en el Azkena, no hay color.
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martes, noviembre 23, 2010
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Buenas fotos L. En cuanto al concierto, la verdad es que a gente como Eli, Mike Farris o compañia solo les queda deshincharse un poquito que han estado arrasando durante varios años y además empeizan a estar sobreescuchados por nuestras salas. Un saludo
Eli va para grande, todas las criticas son buenisimas, esperemos que continue por elbuen camino
fotazas Larry, fotazas!!!