Texto y fotos: Lorenzo Pascual

Empieza en Bilbao el año musical para el que esto suscribe y lo hace por todo lo alto con la presencia en concierto de los excitantes The Quireboys, una de las citas ineludibles de todos los años para los que nos pone el rockanroll (esta es la crónica del concierto de 2013). Programados por Noise on Tour, venían con el aliciente añadido de su nueva galleta musical Black Eyed Sons, sus treinta años en la carretera y la garantía de un grupo que no falla allí por donde va. Y es que Spike y los suyos saben el terreno que pisan y no defraudan nunca. Los temas de su album debut copan la escena, los nuevos encajan a la perfección, la peña los disfruta y todo se convierte en un akelarre festero. La gente bebe, canta, baila, bota, suda, al ritmo de un grupo que siempre mereció mejor suerte.


Y es que el Kafe Antzokia se quedó pelín grande para la gente que allí nos congregamos. Algo más de media entrada de personal implicado, con muchas féminas, los eternos del lugar, esos que no se pierden un sarao, y muchos fotógrafos. Todos apelotonados al principio, aunque se acabó reconduciendo la cosa, en busca del mejor encuadre, de la mejor luz, de la mejor forma de sortear el problema añadido del humito de los coj… Bueno, pero estos son otros menesteres, así que céntrate escriba.

Arribaron los Quireboys, en formato sexteto, al escenario con un cuarto de hora de retraso, con la banda al frente y Spike entrando cual diva con dos vasos, suponemos que con algún tipo de brebaje alcohólico, que nos hizo temer una espantá ahogada en espirituosos, pero no. Según arrancaron las notas de “Troublemaker” pudimos ver que, aunque aquello no sonaba como debía, el poso Quireboys seguía presente. Spike cantaba, bailaba espasmódico, nos invitaba a beber con él, se retorcía,…, en fin, nos embaucaba; las guitarras doblaban punteos, el teclado rellenaba huecos y el ritmo percutía preciso con un batería tremendo (asi, en un segundo plano, descolló sin necesidad de alardes). La tropa se entregó sin concesiones, tarareó los uh uh uh de “Too much of a good thing”, disfrutó el deje stoniano de “Mislead” y, jaranera, se implicó en “There she goes again”.

Pero qué sería un concierto de los de Newcastle sin su ración de baladas. Los tíos las clavan y así, entre pepinazos rock (“This is rock ‘n roll”), destilaron roll libidinoso en “What do you want from me?”, sonaron tabernarios en “Mona Lisa smiled”, mazacotes en “Whippin’ boy” (la que menos me gustó) y epataron con “I don’t love you anymore” con la peña rendida, los vasos en alto y las voces roncas. De ahí al final el rock y el ritmanblus más inglés sobrevolaron el Antzokia; “Tramps & Thieves” nos encañonó, “Hey you” disparó (otra vez las gargantas al viento) y con “7 O’clock” nos remataron para finiquitar un show de recia estirpe. Antes, tuvieron tiempo para más baladas, paradas en el caladero seminal (“Sweet Mary Ann”) y un medio tiempo excitante, “Beautiful curse”, de lo mejor de la noche.


Fin de fiesta y bis apañao en el que cantaron sus orígenes en “I love this dirty town”, trotando en el boggie, para acabar con “Sex Party” un destello eléctrico que, esta vez, quizás alargaron demasiado por mor de presentaciones y demás.

The Quireboys otra vez, malotes, zalameros, …, diversión en estado puro. Ya queda menos para la próxima visita. Rock on!

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