Por Larrypas
En una semana en Bilbao nos ha acogotado el blues sincopado, el rock histriónico y la distorsión asoladora de unos Jon Spencer Blues Explosion en estado de gracia (aun y cuando se les podría poner el cartelón de “no aptos para todos los públicos”), y, el viernes 15 en la Sala Azkena, nos ha subyugado el rock de raíz de unos Elliott Brood inmensos en la clase e intensos en el show. Pildorazos de energía que nos sacudieron y nos despertaron del letargo en que se convirtió enero para el Bilbao musical, por lo menos para el que esto teclea. Curioso, ambos tríos se presentaron sin línea de bajo, que los Jon Spencer & Co solucionaron vía distorsión (theremin incluído), funk de la ciénaga y un frontman hiperactivo, y los canadienses con melodías cargadas de tensión, de sonidos catárquicos y una voz rasposa perfectamente imbricada.



Deudores de sus mayores, el trío que conforma Elliott Brood se presentó en Bilbao por segunda vez como bien recordaron (preguntaron en la sala quién estuvo en aquella primera vez y, ¡quién si no!, el incombustible Dena Flows), tras su paso por el Azkena Rock Festival 2009 y nos presentaron su ya lejano disco de 2011 “Days into years”, que junto al inmenso “Mountain medows”, conforma la columna vertebral sobre la que se sustentan sus conciertos. Canciones pródigas en el ritmo que, unas veces, retozan en el lodazal country, otras se pasean por la tradición y las más se pasan por el forro estereotipos machacándolos con banjos danzones y acústicas rasposas en la distorsión.



Así, en una sala con un aforo mediado, Elliott Brood se dispusieron a hacernos partícipes de una fiesta que llevan presentando por Europa en una gira larga, con éxitos previos como en Barcelona, pero que a los que asistimos a sus conciertos se nos pasa en un momento. Con un setlist urdido a conciencia con mayoría de temas de sus dos últimos largos, desgranaron canciones que ganaron con la cercanía, tejieron sopapos country para entrar en calor, engarzaron guitarras con estribillos demoledores (“Garden River”) y nos engatusaron con ritmos cadenciosos, voces a coro y ambientes psicodélicos en “The bridge”, mejorada respecto al disco (“Ambassador”).

Un inicio apabullante que mantuvo la chispa y nos enganchó, preparándonos para la madre de todas las batallas. Mediado el concierto destaparon el tarro de las esencias y, echando mano de su imprescindible último disco, nos asaetearon con cadencias melosas, guitarras grasientas y melodías pop de estribillos que te enganchan por el cuello y ya no te sueltan. Y la peña encantada de que la armónica resonara en “If I get old” (joder, esta canción es ¡¡¡PERFECTA!!!; uy perdón por el exabrupto), de que se refocilara con la guitarra en “Northern air” y que nos deslumbraran con una “Lindsay” cargada de fuzz, con la guitarra y el banjo campeando por doquier. Una triada que se basta y se sobra para dejarnos ojipláticos y babeando ante el derroche de calidad.



A partir de ahí, rush final en donde dio igual que atacaran el americanismo más puro de “Old Dan Tucker” o la batalla de ukeleles en “The Valley Town”, que si acaban como lo hicieron, con temas del más cañero “Mountain Medows”, dan cancha a los que pensamos que con gente como esta el rockanroll no desparecerá nunca. Allí todos coreamos el hey, hey,hey de “Write it all down for you”, nos mecimos en el akelarre de “Fingers and tongues” y nos dejamos llevar sin pedir bis tras una pantagruélica “Miss you know”. No hacía falta, Elliott Brood ya habían sentado sus reales en Bilbao.

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