Por Fran Cea
La edición 2015 del Festival de Música Afroamericana Enclave de Agua llegaba a la capital soriana avalado por una tasa de crecimiento exponencial año a año, unas 25.000 personas pasaron en esta ocasión por la ribera del Duero, convirtiéndole en una de las citas del verano festivalero y en donde se sigue conservando intacto su carácter familiar, gratuito y participativo.
La organización tuvo que lidiar con la falta de un “mirlo blanco” que coronara el cartel, lo de Vintage Trouble el año pasado fue un éxito que doce meses después se multiplica visto donde está llegando la banda, y con la caída de uno de sus cabezas de cartel, Fishbone, a lo que los promotores respondieron con una dupla de artistas principales en la que combinaban dos generaciones y dos formas diametralmente opuestas de entender el soul, el clasicismo preciosista de Lee Fields y el temperamento salvaje de Nikki Hill y recuperando un día extra en la programación, el jueves, que desgraciadamente nos perdimos y que, por lo escuchado entre los asistentes coronó la energía de los franceses Buttshakers y la clase blues de Marcus Bonafanti.
En lo que al fin de semana se refiere y tras la actuación de Mambo Jambo en el escenario B, llegué a los últimos compases, la programación se abrió con la canaria Esther Ovejero, metamorfoseada ahora bajo el nombre de Ricca, y que en formato de gran banda (con tres coristas y sección de vientos) interpretó los temas de su reciente trabajo, Gerunds (Easy Girl, True Love…), y un par de versiones (Beyonce en la parte central y una final The Way de Me´Shell Ndegeocello) todo en una combinación de soul y r&b que en demasiadas ocasiones se desplazaba de manera peligrosa a los sonidos más comerciales. Si cumplió sobradamente Esther con su voz y su puesta en escena aunque la “banda” mutara demasiadas veces hacia “orquesta” y acompañara más que empujara la canción. Probablemente cuestión de rodaje, la base es firme.
Mama´s Gun, la banda del cantante y productor Andy Platts, es un combo de música pop adulto con raíces ochentas semi desconocido por estas tierras, su principal mercado ha sido desde siempre el asiático, que explotó en directo sus bazas, basadas en una ejecución perfecta, melodías bien armadas y un sonido “grande” donde intercalar escasos guiños soul. Hicieron olvidar los sonidos negroides y se enzarzaron en un repertorio dirigido al baile y las estructuras musicales sencillas y resultonas para confeccionar un set que por momentos resultó algo repetitivo. Pusieron a bailar al respetable con “Red Cassete” y el sonido MTV añejo de “Cheap Hotel” y sus toneladas de sintetizadores (tocados por un Dave “Eighties” Oliver impagable con su camisa rosa con chorreras), y mostraron una actitud y tablas de banda grande. Quizás la propuesta fuera algo arriesgada para el Enclave aunque la audiencia con más ganas de fiesta (y menos soulera) lo disfrutó. De esas bandas que te imaginas mejor en un escenario grande que en un club.
A las dos y media de la mañana saltó a escena con elegante americana blanca de lunares el veterano, 64 años, Lee Fields y el escenario se iluminó (metafóricamente porque las luces fueron horrorosas durante todo el festival). Lee Fields pertenece a esa estirpe de músicos que están viviendo una segunda juventud vocal y física con un reconocimiento por parte del público generalista que a comienzo de su carrera le fue negado. Cada vez más lejos de James Brown (Little JB le llamaban hace 3 décadas) y más cerca de Ottis Redding y respaldado por una banda mayúscula, The Expressions, todos blanquitos, todos jóvenes y con un bajista, Benny Trokan, estratosférico, presentó su último trabajo, Emma Jean, dedicado a la memoria de su madre y posiblemente el mejor de su extensa trayectoria, y se dejó llevar por el ambiente intimista y sobrecogedor del mismo. Manejó los tempos del concierto y a la audiencia a su antojo durante los escasos 50 minutos que estuvo sobre las tablas, el concierto se completó con hasta cuatro temas instrumentales, teatralizó su interpretación, se retorció conmovido por la fuerza de la música y nos dejó a todos boquiabiertos con una calidad (y calidez) al alcance de muy pocos músicos. Enérgico y entusiasta no permitió que los medios tiempos hicieran decaer el show (Talk To Somebody o Standing By Your Side al comienzo y Still Got It y Faithful Man en la parte final) y se convirtió, por clase y estilo, en el ganador justificado de la edición de este año. Impresionante.
La jornada del sábado comenzó con vermut musical (y del otro) y celebrando la tarde por todo lo alto sentado a la orilla de Duero y escuchando en el Escenario B a la gran sorpresa, al menos para mí, de esta edición. James & Black, un trío de Austin formado por teclados (Bruce James), dj y una vocalista impresionante, Bella Black, capaz de hacer palidecer a la mismísima Tina Turner cuando se aventuró con una cover del What´s Love entonada aún más grave, más alta y más potente que la original. Con un solo disco a sus espaldas, How Long Is Now, demostraron que se puede hacer soul actual y moderno sin caer en la chabacanería barata de las radio fórmulas y mezclaron a los grandes del género con reminiscencias del hip hop clásico, el soul gospel e incluso el dance meciéndose en los brazos de bandas pretéritas como A Tribe Called Quest. Engancharon y embelesaron a la concurrencia, pusieron a bailar a unos cuantos y se retiraron con una ovación cerrada.
La aportación blues del festival fueron Delta Moon, también en el segundo escenario y ya con mucho público. Demostraron ser una banda muy efectiva y capaz de hacer llegar a todo el público su pantanoso swamp blues. Sus dos guitarras Tom Gray (este con su instrumento semi tumbado sobre sus rodillas) y Mark Johnson sacaron a pasear sus slides guitar y dedales metálicos para ofrecer un concierto de calidad, divertido y embaucador. Muy amarrado a las raíces del género pero apuntando matices cercanos al americana (de JJ Cale a Ry Cooder) y con una voz rasposa que atrapa. Sonido pulcro, reposado, sin fuegos de artificio innecesarios y con mucho gusto para una formación que hace justicia a las buenas reseñas que está recibiendo desde todos los medios.
Recorrimos los apenas 30 metros que separan ambos escenarios y retornábamos al principal para el triplete final del festival. Los primeros en aparecer fueron los españoles Blueskank, la banda de Miguel Valenciano, alias Mighty Mike, que comenzaron entroncados en el reggae y se dejaron ir por terrenos del la "fusión" festiva y facilona, tirando por el ska "para todos los públicos". Mensaje en las canciones pero poco que ver con la temática del Enclave, lo siento pero para mí muy prescindibles.
Me había cruzado con Hannah Williams and the Tastemakers apenas unos días antes en el Black is Back madrileño y la londinense me volvió a causar muy buena impresión. De un buen humor contagioso y dueña de una voz potente se posa en el soul más clásico con un poso netamente británico aunque a ella, probablemente, le salga sin pretenderlo. Al amparo de compatriotas suyas que han abierto el camino de las ventas, de Amy Wynehouse a Adele, parece que Hannah puede ser la próxima en el camino aunque las referencias más evidentes la primera vez que la escuchas romper su garganta puedan ser Etta James o incluso Sharon Jones. De momento A Hill Of Feathers, su disco, es sólido y variado y temas como Work It Out o Don´t Tell Me, sonaron añejos y adictivos. Gustó, y mucho en el arranque del concierto, puso a bailar al personal cuando mezcló el soul con el funk, y levantó comentarios de aceptación masiva que decayeron en parte cuando en la segunda parte del show se enzarzó con varias baladas, de ellas I´m A Good Woman fue la más resolutiva, y medios tiempos que supusieron un "no, pero casi", es decir el pequeño paso entre un concierto inmaculado y uno muy bueno. Quizás los 90 minutos de show se la hicieron algo largos pero desde luego se llevó unos cuantos cientos de nuevos seguidores en su paso por el Enclave.
Lo de Nikki Hill fue sencillamente impresionante. La vi en su primera gira española hace un par de años y lo que contemplé en Soria no se pareció en nada. La carretera y las giras constantes han transformado a una vocalista de carácter tímido y comedido en una auténtica fiera sobre las tablas y probablemente la fiereza y "salvajismo" de su marido y guitarrista, Matt Hill, sea el responsable. Nikki es un auténtico vendaval musical, llena de fiereza rockera de aire negroide. Se mueve sin parar, posee un auténtico catálogo de grandes poses. Es visceral y agresiva pero a la vez muestra una imagen de engañosa fragilidad y fundamentalmente canta como los ángeles, sobre todo cuando abandona los tiempos relajados, Don´t Cry Anymore o la versión del Twistin The Night Away, y se enzarza en el salvajismo de Sweet Little Rock n Roller, probablemente el mejor de los trallazos de la noche, la propia I Got A Man o dos versiones de AC/DC, Rocker y sobre todo la final If You Want Blood que, a las cuatro y media de la mañana, pusieron patas arriba el recinto.
Colofón de lujo para una edición notable que sigue mostrando un festival en progresión constante. Si siguen cuidando aspectos tan sobresalientes como la zona de comida, variada y asequible en precios, la preocupación por la limpieza y el reciclaje o el ambiente que se vive a lo largo de todo el fin de semana, vamos a pensar que lo de las luces de este año ha sido solo un accidente, serán sin duda un referente a nivel nacional. Este año se ha notado que cada vez éramos más los venidos de fuera y eso claramente es por algo. Enhorabuena, os esperamos en 2016.
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