Crónica del concierto de Waterboys en Bilbao

Fotos y letras: Lorenzo Pascual (web)

El pasado domingo me pude quitar la espina de ver a The Waterboys en directo, clavada desde hace tiempo dadas las estupendas críticas recibidas por todos los cronistas que sí habían tenido esa oportunidad. Y lo visto el domingo corrobora todo lo leído. Mike Scott y los suyos pusieron toda la carne en el asador despachando un concierto de más de dos horas en el que enarbolaron la bandera de la electricidad, alejándose de esa senda, de raiz folk y guitarras acústicas que tan bien sienta a sus discos.


Ante unas seiscientas personas y con diez minutos de retraso, The Waterboys, en formato septeto (guitarra, bajo, batería, teclados, violín y coros), principiaron con temas de su imperecedero "Fisherman Blues", ahondando en la esencia acústica. Fueron tres temas que encandilaron al público ("When you go away", "Dunford's fancy" y la propia "Fisherman's blues") y que provocaron una avalancha de fotos con sus móviles, y sus flashes correspondientes, que derivó en mal rollo (Mike Scott paró una canción para pedir que no se hicieran fotos con los "fuckin' flashes"). Tras el incidente, “Where the Action Is” derrochó electricidad y, tras ella, Scott se puso a las teclas para despachar otra de sus perlas, “The Whole of the Moon”.

Tras ese pasaje de tres temas al teclado, Mike Scott se colgó la guitarra eléctrica dando paso a un tumulto sónico. Fervor eléctrico y distorsión que mejoraron los temas respecto al disco y que galvanizaron un show que se vino arriba con temas como “If the Answer Is Yeah”, “Still a Freak” y, sobre todo,  “Medicine Bow”. Mike daba bola a sus acompañantes y así tuvimos solos varios: de violín (pletórico en “We Will Not Be Lovers” y muy bien engarzado todo el show con el resto de instrumentos), del teclas y, como no, el aburrido de batería ("Blues For Baker" homenaje a Ginger; por lo menos fue corto). Las dos coristas también tuvieron protagonismo en pasajes a dos voces y, especialmente, por su actitud, un auténtico no parar de bailar, de realizar coreografías.

De ahí al final fue un concierto cuesta abajo, con la peña noqueada y que terminó exhausta tras un bis con la versión del “Jumping Jack Flash” de los Rolling Stones. Mereció la pena la espera para un concierto enérgico y vital a partes iguales.



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