Crónica del Músicos en La Naturaleza con Rod Stewart, The Waterboys y Rulo y la Contrabanda

Texto: Marta Tobar
Fotos: Fran Cea Photography

A pesar de que el Festival Músicos en la Naturaleza lleva ya muchos años trayendo a grandes nombres de la Historia de la Música, este año nos volvió a sorprender, y de qué manera, cuando anunció en su cartel nada menos que al gran Rod Stewart. Se convirtió entonces en la cita musical del año para muchos fans que no esperaban ya ver al cantante o al menos, hacerlo a un precio más o menos asequible. Pero el festival no se quedó ahí y completó el cartel con otras dos bandas de peso como son Rulo y la Contrabanda y The Waterboys.

Algo más de 12.500 personas atiborraron el maravilloso paraje de Hoyos del Espino, en el corazón de la Sierra de Gredos, donde se celebra todos los años el evento. A las ocho y media, cuando aún castigaba el asfixiante calor, Rulo y la Contrabanda saltaron al escenario al son de “Tu alambre”. Entre temas archiconocidos como “Mi Cenicienta”, “La Cabecita Loca” o “Heridas de Rock’n’Roll” colaron algunas canciones de La Fuga (“Buscando en la Basura”, “Pa Qui Pa Ya”) y remataron la faena con “32 escaleras”, que buena parte del público demostró saberse al dedillo. Fue un concierto de intensidad variable que combinó momentos melancólicos con otros con más pulso rockero.

Aun no había oscurecido cuando, diez minutos antes del horario previsto, la banda que acompañaba a Rod Stewart tomó posiciones. Para entonces el público se apretujaba intentando estar un poco más cerca de su ídolo. Apareció por fin, bailando al ritmo discotequero de “Infatuation”, y desde ese preciso momento, la audiencia quedó irremediablemente a merced del magnetismo de Stewart.

La puesta en escena era espectacular. Sobre el escenario nada menos que nueve músicos, seis hombres vestidos de lustroso traje blanco, y tres mujeres con llamativos vestidos de flecos también blancos y que hacían juego con otras tantas coristas. Había pantallas detrás, sobre y a los lados del escenario, que acompañaban con imágenes cada tema, y la actividad sobre el escenario era frenética incluso en las pequeñas pausas entre temas, en la que una legión de operarios movían en un visto y no visto la disposición de los instrumentos, incluida un enorme arpa, preparándolos para el siguiente bloque de canciones.


El setlist fue de ensueño y, aunque algunos echaron de menos “Maggie May (o “Gasoline Alley”, puestos a pedir), no faltaron “Having A Party”, “Stay With Me”, “Rhythm Of My Heart”, “Forever Young”, “Tonight’s The Night”, “Tonight I’m Yours” o su versión de “Sweet Little Rock & Roller” y todo eso sólo en la primera parte del concierto. Puede que tenga ya setenta y cuatro años y no posea la potencia de voz de su época dorada, pero Rod Stewart sigue teniendo un carisma y una presencia arrolladoras. Se le vio en muy buena forma y se valió hábilmente de pequeños trucos para disimular sus limitaciones.

Las coristas bailaban, cantaban y rodeaban a al británico, aportando diversión y vistosidad al show. La banda, como era de esperar, sonaba impecable y se mantuvo en un segundo plano, excepto tres las chicas, que lo mismo tocaban la percusión, el arpa, la guitarra, el violín o bailaban al unísono con las coristas. Con una de ellas interpretó StewartIt Takes Two”, el tema que grabó con Tina Turner y desapareció del escenario mientras la banda tocaba “Going Home”, la canción que Mark Knopfler compuso para la banda sonora de la película Local Hero. Nuevo cambio de escenografía y de vestuario (se cambió hasta seis veces de ropa) para ofrecer uno de los momentos más especiales de la noche.


Acompañado sólo por unos pocos músicos y sentados todos al frente del escenario, Rod Stewart ofreció, para deleite de todos los presentes, cuatro temas en formato cuasi “unplugged”. Fue imposible no emocionarse con la maravillosa “I Don’t Want To Talk About It”, y el público se desgañitó con “First Cut Is The Deepest”, “You’re In My Heart” y la versión de “Have I Told You Later” de Van Morrison, que Stewart hizo suya con su particular forma de sentirla. Sencillamente maravilloso.

De nuevo se quedó sola la banda y las coristas se lucieron con una explosiva y acelerada “She Works Hard For The Money” de Donna Summer, que sin la presencia de Stewart sonó un tanto a orquesta. Regresó la estrella por última vez al escenario al ritmo bailón de “Baby Jane”, tras la cual sonó la obligada “Sailing”, que coreó el público como si de un himno se tratara. Según figura en el setlist, éste era el último tema antes del bis, pero el cantante decidió no hacer ninguna pausa e interpretó del tirón “Da Ya Thing I’m Sexy?” con la que puso el broche de oro a hora y cuarenta minutos de espléndido show.

Nadie puede esperar ver ahora al Rod Stewart de hace treinta años, ni él pretende serlo. Su propuesta es vistosa, de calidad y está a la altura de la carrera de uno de los artistas más grandes del último medio siglo. Rod Stewart fue, ante todo, honesto con el público que le ha hecho universal. Y eso le engrandece aún más.

Difícil papeleta tenían The Waterboys tras el recital de Stewart. A pesar de que transcurrió casi una hora entre los dos conciertos debido al adelanto del primero, gran parte de los asistentes esperaron pacientemente a los británicos. Pero claro, si comienzas de buenas a primeras con “Fisherman’s Blues” todo es mucho más fácil. La banda de Mike Scott sonó compacta y perfectamente engrasada y ofreció un show magnífico. Tiraron de clásicos como “Ladbroke Groove Symphony”, “The Hole of The Moon”, “Where The Action Is” o “A Girl Called Johnny”, que el público agradeció aportando el calor que ya le empezaba a faltar a la noche, y cerraron con una versión de “Jumping Jack Flash” que sonó grandiosa.

Un año más, el festival Músicos en la Naturaleza se supera. Un cartel estelar, una organización perfecta, un magnífico ambiente y todo en un enclave único. Además, todo hay que decirlo, de un trato a la prensa realmente exquisito. No se puede pedir más. Volveremos el año que viene seguro.

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