Texto y fotos: Lorenzo Pascual (web)
El pasado jueves tocaba hacer doblete. Dos bolos en el Kafe Antzokia y, encima, uno de ellos gratuito. De estilos dispares, ambos congregaron una audiencia respetable. La Kutxa Beltza programó aires americanos. Petti y Terry Lee Hale, con su voz y su guitarra como único bagaje, dieron sendos conciertos intimistas, aunque salpicados con altas dosis de sorna y buen rollo. En la sala de abajo los nórdicos Jetbone, gratis, concitaron la atención de más de media sala ávida de sonidos más duros aunque melódicos.
Petti lo bordó. Era la primera vez que le veía y la verdad es que sorprendió con música de raíz americana cantada en euskera y con un manejo de la guitarra más que notable. Presentó su último disco, derrochó simpatía y homenajeó a sus mayores. Creo recordar que hizo una verso musicado de Benito Lertxundi y al final un tema de Ruper Ordorika al que presentó como la estrella de la jornada en un lapsus que nos hizo carcajearnos un buen rato (“la fuerza de la costumbre” dijo). Estuvo bien y se ganó a la audiencia.
Tras Petti, Terry Lee Hale desgranó un repertorio trufado de blues, de bluegrass y de folk. Socarrón, comentó si había algún curso de fotografía durante su concierto. Trufó todo el show con chascarrillos, sacó a Trump a colación y entretuvo a la concurrencia a la par que desgranaba temas de su último disco, “Bound, Chained, Fettered”. A la venta en el merchandising, nos contó cómo había tenido que rebajar el precio ante las flojas ventas. Un crack. Los temas eran cortos y con aroma a asfalto, bourbon y noches de motel, con la guitarra o el dobro y ganando enteros a la armónica. La verdad es que se me hizo corto.
Acabado Hale tocó bajar a la sala grande del Kafe Antzokia donde, bastante puntuales, Jetbone (“esos nórdicos que sólo beben agua, ironizó Hale y acertó) dispararon toda la artillería que se condensa en sus dos álbumes, el homónimo “Jetbone” y el más reciente “Magical Ride” (2015). Procedentes de Sundsvall, en Suecia, el quinteto ofició profesional y con ganas de agradar. Cañeros y potentes no se me acaba de ir de la cabeza la idea de que picaban en demasiados estilos, siempre en una onda americanista, lejos de sonidos más rudos a los que nos tienen acostumbrados los grupos nórdicos. Durante hora y media más o menos pusieron a bailar a la tropa, soltaron guitarrazos doblados, estuvieron finos a las voces (bajo y guitarra se repartieron las tareas a la voz) y descolló en un par de temas el groove del teclado. La peña, muchas féminas en ella, disfrutó, coreó algunos temas y jaleó poses. No estuvo mal pero son conciertos que no se quedan mucho en la memoria.
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