Texto: Jorge Escobedo
Lo primero de todo, decir que no puedo ser objetivo con Quique González. Lo siento. Vivo cada uno de sus conciertos como propios. Y el del pasado jueves 12 de mayo en el Kafe Antzokia bilbaíno no iba a ser una excepción. Junto con Bob Dylan y Van Morrison, ha sido al tipo que más veces he podido disfrutar en directo. En todos y cada uno de sus formatos. Porque si algo ha caracterizado a Quique a lo largo de todos estos años, ha sido su evolución constante, hasta parir el que para mí es ya un clásico de toda su discografía. Este maravilloso “Me mata si me necesitas” que nos venía a presentar en dos veladas (la del jueves que se relata, añadida tras agotar la noche del viernes) que se antojaban necesarias.
Para esta gira, se ha hecho acompañar por Los Detectives, escuderos de lujo con quien comparte escenario desde hace algunos años, y con quienes acaba de grabar su último disco. Además de dos invitados de lujo como son el multiinstrumentista David “Chuches” y uno de los grandes descubrimientos a nivel nacional, Nina, cantante y compositora de Morgan. Una auténtica delicia y quien se llevaría las ovaciones más atronadoras de la noche.
En un escenario decorado para la ocasión (dos sombras tras una ventana, una farola con luz tenue, cabina telefónica, una señal que nos indica donde se encuentra “asturiana de zinc”… todo muy de novela policial) y una sala, si no llena hasta la bandera, poco le faltaba, Quique hace acto de presencia junto a sus lacayos para ofrecernos una noche para el recuerdo.
“Detectives” es la encargada de abrir una oda al buen hacer, a la memoria, a la sencillez y a la sutileza. “Se estrechan en el corazón” con David haciendo un magnífico trabajo al acordeón es la antesala de ese rock and roll canalla de estribillo pegadizo que es “Sangre en el marcador”, donde Pepo se luce a la eléctrica. Uno de los mejores temas del disco sin lugar a dudas. La voz de Nina transita entre la melancolía y el dolor en la preciosa “Charo”. Uno de los momentos más aclamados. La intimidad de “Cerdeña” pone punto y final a la primera cara del disco que Quique ha desgranado antes de meterse en otros berenjenales.
“Kid Chocolate” es tocada con un punto más de revoluciones que en “La noche Americana” y recupera para la ocasión, tras un largo periodo de tiempo, “Por caminos estrechos” de su disco “Pájaros Mojados”. “Donde está el dinero” deja muy claro el tiempo que estamos viviendo, y “Tenía que Decírtelo” con unos arreglos finales donde Nina se vuelve a lucir, suena como un cañón.
Quique nos recuerda que se cumplen 15 años de la edición de “Salitre 48”, sin duda su disco más aclamado, y nos tenía preparado un regalo en forma de cinco canciones con nuevos arreglos que las transportan a otros parajes nunca antes visitados. Suenan “Tarde de perros”, “Crece la hierba” e himnos ya en la memoria de todos como “La ciudad del viento” y “Salitre” en un tono no tan intimista. Para cerrar este bloque, Quique nos regala uno de los momentos más emocionantes de la noche cuando ataca “En el disparadero”. A solas con su guitarra y con el único apoyo de Edu Ortega al violín, crea un momento de ternura y magia inigualable. Magia que continúa con la emoción de Nina al cantar “De haberlo sabido”. Una interpretación que corta la respiración al respetable. Totalmente desgarradora y estremecedora.
Con un nudo en la garganta, regresa la banda para ponerse manos a la obra con la segunda cara del disco. “Ahora piensas rápido”, “Orquídeas”, “Relámpago” y “No es lo que habíamos hablado” suenan de auténtico lujo en directo. “La casa de mis padres”, con Quique desnudando sus sentimientos, puso punto y final al bloque.
La magnífica “Pequeño rock and roll” comienza la última parte del show, donde podemos oír una emotiva “Su día libre”, una rareza como “Avenidas de tu corazón”, y la declaración de intenciones que es “Avería y redención”. Ya en los bises, atacaron “Clase media”, canción que es el germen del disco, como bien se encargó Quique de explicar. “Kamikaces enamorados” sonó como nunca antes lo había hecho. Más rabiosa. Más enérgica. Y el paseo fronterizo que es “Dallas Memphis”, fue dedicado a varios jugadores del Bilbao Basket, incondicionales de Quique, pero en especial a ese fenómeno que es Raúl López, puso el broche de oro a otra noche eterna.
Quique en su mejor momento. En la madurez absoluta. Recogiendo los frutos del trabajo bien hecho a lo largo de toda su carrera. Y lo que me alegro… Ya contando los días para vernos en la próxima amigo…
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