Crónica concierto Michael Monroe Erandio-Bilbao. Mayo 2014

Por Larrypas

Si el rockanroll es fiesta, desbarre y diversión, lo que se vivió el pasado jueves en la Sala Sonora de Erandio con Michael Monroe y su banda fue la máxima expresión de un concierto llevado a sus últimas consecuencias. Este humilde escriba no se lo había pasado tan bien en un concierto en los últimos tiempos. Fueron momentos de comunión con una banda que salió a aplastar a los escasos 150 asistentes que allí nos congregamos y lo hizo como si fuéramos quince mil. El motivo era la presentación de su magnífico último disco (si a la primera no les ha entrado, denle una segunda oportunidad; a mi me pasó), “Horns and Halos”, que en directo suena como un tiro.

Con peña eminentemente masculina pero con féminas joveznas y atildadas para la ocasión en la primera fila (incluída una que vino expresamente para el concierto desde Austria ¡alucinen!) la banda saltó puntual al escenario y desde el principio se vió por donde iban a ir los tiros. Monroe, en forma, flaco y cabellera rubia al viento, saltó chuleta y provocador derrochando una energía envidiable a sus 51 tacos. No paró el tío, apoyado en un batería demoledor (Karl Rockfist ¡qué pegada tenía!), Sammi Yaffa al bajo y dos guitarras (Steve Conte y Rich Jones) de riffs contundentes y solos lacerantes. Ochenta minutos de energía que sacudieron cabezas, quebraron corazones e insuflaron adrenalina en una parroquia rendida que no paró de botar, corear y pedir cada vez más.



Pocas canciones quedaron fuera de su último disco, principiando el concierto con el trallazo de canción que es “Horns and Halos” con Monroe abanico en ristre, coqueto él, lanzando soflamas  y repateándonos las entrañas con ritmos punkoides made in Escandinavia en “Trick of the Wrist” o “TNT Diet” para volver a los himnos mesiánicos de aleluyas gritados a pleno pulmón de “Ballad of the Lower East Side” (un clásico en ciernes).

A estas alturas la parroquia ya estaba desbordada, pero la cosa no aflojó porque Monroe y su troupe no lo quisieron. Siguieron a degüello (joder, no veía yo tanta intensidad desde hacía mucho tiempo) recuperando temas de su también recomendable disco “Sensory Overdrive”, el mazazo “’78”, la hipnótica y martilleante “Got blood?” y volviendo al semillero original con temas de Hanoi Rocks, no en vano allí había dos miembros originales como se encargó de recordarnos Monroe,  (“Underwater World”) o Demolition 23 (“Nothin’s Alright”). La cosa se terminaba pero el jaleo no, con la peña danzando a saco, botando, gritando, pidiendo más tras una energizante “Dead, Jail or Rock ‘n’ Roll”.

Recuperaron fuerzas y en el bis nos acabaron de rematar. No la tenían apuntada, pero “Hammersmith Palais”, el supermegahit que se merecieron y nunca fue, marcó el retorno, el culmen y el Everest del concierto. Comunión plena, la gente a sus pies y el que esto pergreña botando abrazado a otro correligionario que, por cierto, se hartó de pedirla y  que se volvió loco con los primeros acordes. Allí peligraba todo, la cámara, mi espalda, la bolsa pero dio igual ante un himno atemporal que mereció y merece mejor suerte. Vuelta a las raíces Hanoi con “Malibu Beach Nightmare” y para casa más feliz que una perdiz.



Con esa entrega, sudor y honestidad Monroe y los suyos nos tienen ganados para siempre. Son de los nuestros. Sin duda alguna uno de los conciertos del año. Del más divertido no creo que lo destrone nadie. Para la próxima vez no os los perdáis.
Rock on!

3 comentarios:

  1. Suscribo todo lo que acabo de leer. Ayer estuve en el concierto de Barcelona y lo de Michael Monroe es de nota. Un autentico huracán.

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  2. Ídem por Bcn. Ya lo hecho de menos... Espero que no tarde en volver.
    Salut!

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  3. Un gran concierto, sí señor, gracias por los comentarios compañeros

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