Por Larrypas
Se avista un barbecho en materia de conciertos en el panorama del junio musical en lo que a Bilbao concierne. Otro gallo cantará en los alrededores con el Azkena Rock Festival (el más devaluado de los últimos tiempos) y la fiesta garajera y gratuita de Andoain. Pero no son éstos los que nos conciernen de cerca, por lo que el concierto de Dirty York del viernes 24 en la Sala Azkena será el último hasta la llegada del placentero julio con su sol acariciante y las jornadas musicales en distintos festivales, sobre todo de jazz. Presentaban su última rodaja digital “Feed the fiction” más modernosa y reconocida que las anteriores, que no tuvieron predicamento entre la parroquia rockera de este país. Todo hasta que eclosionaron en el Azkena Rock Festival con un concierto portentoso que satisfizo por igual a la grey más jevi, como a rockeros de pro. Ahora se presentan en la piel de toro en una gira exigente y agotadora de dieciséis fechas.
Con estas credenciales, sin teloneros como los buenos, con el retraso que me hubiera gustado pillar con Jeff Hershey (tirón de orejas, que aquí no tocaba), y ante una mediada en su aforo Sala Azkena, los australianos, al grito de ¡¡¡OSASUNA!!! (???), destilaron rock americano de guitarras, de riffs contundentes y de raíz sureña, mostrando actitud sin tacha y sonidos aguerridos. Su sonido, aun destilando clasicismo yanqui, ataca las neuronas con juegos rítmicos deudores de sus paisanos más famosos y, para la ocasión y por mor de su nuevo disco, nos engatusa con otros más cercanos a los que crearon los negros americanos. Pero, y en esta vida siempre hay alguno, no me puedo contener, y sí, la sombra omnipresente de los Black Crowes fue perenne durante todo el show, con el deje de la voz y algunos pasajes musicales evocando a los cuervos más jóvenes.
En noventa minutos Shaun Brown y los suyos desplegaron rock tabernario con canciones que picaron, sobre todo, en su última rodaja digital, desgranando también temas de sus elepés primigenios. Rockanroll con las guitarras al frente, estupenda la rítmica en el riff contagioso, y primorosa la solista en solos confinados a lo profundo de la canción, que lo mismo se sumergió en el granero seminal, que tiró de manual para dotar a los temas de la magia del blues del pantano. Principiaron el show con el boogie rocoso de “All my friends look like Jesus” y “Stiches in my pocket”. Guitarras afiladas, compacto el ritmo y sólo se echaba a faltar el teclado que las adorna en el disco, que las dota de groove grasiento. Y el roll empezó a destilar, a hacerse patente en canciones con poso y más tranquilas, donde se pudo vislumbrar alguno de los colores que caracterizan su último disco. Canciones con alma, cargadas de soul (“Why I burn”) que ejercen de caleidoscopio musical, dotándolas de feeling y sensualidad negras.
Cogiendo aliento según se desarrollaba el show los Dirty York se vinieron arriba, como se fue hacia abajo mi máquina de trabajar. Y es que, en éstas, la cámara se apagó y ya no se volvió a saber de ella; ahora descansa en el servicio técnico de rigor y yo a la espera y preparando el bolsillo para una reparación seguro que bien remunerada. Hubo que hacer de tripas corazón y relajarse en los medios tiempos de la banda (“Can’t scare the devil in me”), en las escalas de matices urdidas por las guitarras, en los estribillos pegadizos de “Tied up” y en una versión macanuda de “Working for MCA” de los Lynyrd Skynyrd poco antes de finiquitar el show.
Para el bis las guitarras aullaron distorsionadas en “Born with a broken Heart” y los puños salieron disparados en “No apologies”. Y al grito final de ¡¡¡SPEND YOUR FUCKING MONEY!!! fui obediente y salí disparado al puesto de merchandising, pero como no había vinilo, me fui como había venido. Bueno no, con una cámara rota, nchtssss… Rock on!
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