La noche bilbaína no da tregua. Si el viernes tocaba el sleaze angelino de los Last Vegas, mañana los Fleshtones y en breve los Diamond Dogs (por citar sólo los que interesan al que esto escribe), el miércoles nos sorprendió con la programación del country-man Wayne “The Train” Hancock en la Sala Azkena. Desconocido para mí, hubiera pasado desapercibido, pero gracias a la invitación del promotor pude asistir a uno de los conciertos que se situará entre lo mejor del año en curso.
Vía Spotify descubrí a un intérprete carismático, renovador de sonidos añejos sin perder el respeto por la tradición. Así, con una media entrada poblada de rockers, pantalones vaqueros con dobladillo y algún que otro cowboy de stetson camuflado, el bueno de Hancock se subió al escenario azkeniano a la hora en punto (joder qué gusto cuando se respetan los horarios), acompañado de contrabajo y guitarra eléctrica, dando rienda suelta a un set equilibrado, enroscado en el ritmo cuando se terciaba, destilando rockandroll de alto octanaje y bajando el pistón de la velocidad que no de la clase.
Así, en dos horas de concierto Wayne se explayó a gusto en los estilos. El contrabajo contumaz en el ritmo, marcando el camino por el que discurría la voz y acústica del líder, y las llamaradas de la eléctrica que lo mismo rellenaba huecos que se lanzaba en punteos comedidos, que no carentes de estilo y calidad. Tiempo de sobra para redundar en su discografía y atacar el blues de “Kansas City Blues”, retroceder en la misma con “That’s what daddy wants” y tener tiempo para dedicar un country delicioso a su esposa, o a todas las esposas (eso entendí con mi escaso inglés).
Pero no se quedó ahí la cosa y trufó su cancionero con versiones cálidas y respetuosas, pero llevadas a su terreno. De esta manera no dio tregua y tras la tranquilidad del country, nos lanzaba el sopapo modernoso de “Johnny Law” con la guitarra eléctrica descollando, nos camelaba con el rockabilly vía Carl Perkins en “Blue Suede shoes”, nos hizo despegar los pies a los más remisos con un “Move it on over” resultón y otra vez con la eléctrica en cabeza y nos acabó noqueando con un “Lost Highway” (Hank Williams) cargado de emoción y de feeling.
Pasó Wayne “The Train” Hancock como los buenos con dos horas de concierto que, de puro intensas, se hicieron cortas. Habrá que seguirlo.
Por Larrypas
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