Tras cargar las pilas en verano ya andábamos con cierta necesidad de una dosis de ruido en directo y, para esto, el FESTIVAL TURBOROCK nos ha venido de perlas. Festival con visos de convertirse en un clásico de seguir en la senda marcada en esta edición. Y es que es difícil aunar un plantel de bandas estupendo, buena organización y precios razonables (desde el de las entradas hasta el de las cosas del yantar y del bebercio, que no es poco visto cómo se las gastan en otros festis de mayor grandeza y renombre). Pero como no era cuestión de abusar de nuestras relajadas neuronas, nos decantamos por ir sólo el sábado ante un cartel con pocos peros y con varias bandas, reconozcámoslo, desconocidas para el que esto escribe. El rollito sorpresa me atraía, por lo que aparqué el myspace, el spotify, el youtube y demás inventos de la red. Y vaya si hubo sorpresas, pero no nos adelantemos.
El festival se realiza a medio camino entre Valencia y Cantabria, con el mismo cartel y a la vez, alternando los días. Así que los que tocaron el sábado se dieron la paliza para llegar a Sarón después de descargar en Valencia durante el viernes. Una idea original pero que quizás no sea lo más adecuado para las bandas, aunque no se notó bajón en ninguna. El sitio, cuando menos curioso; un antiguo mercado en el centro del pueblo (supongo que los vecinos jurarían en arameo) que despistó a muchos por lo inesperado de la ubicación. Una vez dentro, pinta cutre, pero ¡qué coño!, esto va a ser un festival de rock, no un chill out de lujo (echamos de menos uno como el del Azkena, con sus puf mulliditos, su moqueta…, ayyyyyy a las pocas horas ya no sentíamos las piernas). Y las bandas, todas ellas disfrutables, aun con algún bajón inesperado, pero, como dijo Jack El Destripador, vayamos por partes.
A las 17:30 en punto (no lo he dicho, pero la puntualidad más que británica, suiza, prácticamente al segundo y fue de agradecer) apareció la primera banda del día LOS CHICOS. Rock and roll espídico, fiestero, sostenido en unas guitarras contundentes y un frontman pasado de vueltas que hizo que no decayera el show en ningún momento. Le ayudó lo suyo los tragos a los katxis de “gatorade” (lease kalimotxo) que se metía entre pecho y espalda. Desbrozaron el camino para el resto de bandas al son de los temas de su último disco “We sound amazing but we look like shit”. Lo malo del sonido, sobre todo al principio, no impidió el desparrame del respetable (muchos eran colegas) y a nosotros nos quedó la duda de si los guitarras eran gemelos (visita a la red y confirmación; son gemelos). Fueron los primeros, gustaron (y nos gustaron) y se quedaron por allí hasta el final del festival, que no es poco.
Los siguientes fueron MUCK AND THE MIRES. La gran sorpresa, para mí que no les conocía, del festival. Dos guitarras, bajo y batería que demostraron lo sencillo que es el rock and roll cuando se tienen canciones, actitud y ganas de pasarlo bien. Frente a Los Chicos, estos uniformados ejecutaron un rock cristalino, primitivo, sobre la base del sonido garage de los 60. Como unos Beatles acelerados (ramonianos) fueron al grano y nos dieron uno de los conciertos del festival, en lo alto de la tabla. Sus discos, en formato vinilo claro, cayeron (y baratos que conste) y a nosotros nos asaltó la duda, y prometo que es la última, de si el guitarra solista era un trasunto de Joselito, pero en melenudo.
Y tras una breve espera, salieron THE WILDEBEESTS. Otra grata sorpresa. Guitarra trajeado, bajo y batería, despacharon un concierto que se nos hizo corto con reminiscencias a las luminarias del pub-rock, versión de Dr. Feelgood incluida. Quizás un poco sosos en las formas, despacharon el setlist con oficio y sin picos, pero gustaron. De estos no encontramos vinilos, mira tú.
JC BROOKS & THE UPTOWN SOUND fueron los siguientes. Presentado al grito de “¿Queréis bailar?” apareció en escena de traje impecable. Otro artista más dentro de la hornada del neo-soul que nos inunda. Presentaba su primer disco, publicado en Vampisoul, pero dio la impresión de que le faltaban “canciones” para epatar al respetable. Su espectáculo no se resintió, derrochó energía, gustando más cuanto más se acercó al soul (versión de Otis Redding mediante, bien ejecutada aunque quizás le faltó un chispazo personal) y resultando más repetitivo al aproximarse al funk (lo siento pero es un estilo con el que no puedo). Aunque estaba el vinilo de su disco, de éste pasamos.
Turno para THE RIGHT ONS. Uno de los grupos más esperados de la cita, su disco ha sonado mucho, ha gustado al personal y les ha permitido girar por medio mundo. Su concierto se inició potente, con las guitarras al frente y unos temas contundentes de hard-soul. Pero con el devenir del show, fruto del cansancio (del nuestro claro) probablemente, se nos indigestaron, nos sonaba todo igual, fruto de un esquema de canción repetido en demasía y nos decantamos por dar un merecido descanso a nuestras ya doloridas piernas.Y a partir de aquí los platos fuertes de la jornada.
Ya llevábamos seis horas en el recinto cuando salieron los YOUNG FRESH FELLOWS al escenario. Y salieron arrollando. Tres golpes de autoridad en forma de canciones que pusieron las cosas en su sitio, que marcaron el límite entre acompañantes y estrellas de cartel. Sonaban bien, se lo pasaban bien y el respetable respondió desde la primera canción. Peeeeeeero no sé qué pasó, si se gustaron o qué, que a partir de ahí tiraron a piñón, pusieron una “martxeta” cómoda, y aun sonando contundentes nos empezaron a aburrir (aunque la peña estaba enardecida, sobre todo en las primeras filas). Serán cosas de la edad, o del hambre, ya que aprovechamos para salir y comer unos bocatas que nos supieron a teta, aprovechando la excelente música pinchada en la carpa.
Y señores, de rodillas, THE SOUNDTRACK OF OUR LIVES. Y es que estos tipos no defraudan nunca y si, encima, empiezan con “Infra Riot” y “Sister Surround” hay que caer rendidos a sus pies. Empezaron fuerte e independientemente de que las canciones más “tranquilas” copen el primer plano, la atmósfera que crean lleva a pensar en que lo bueno está por venir, en que el peligro está ahí fuera. Aquí no hubo cansancio, ni hambre, ni ostias en vinagre, sólo rock & roll. No despacharon muchas perlas de su gigantesco “Comunión” (Thrill me, Lost prophets in vain y demás quedaron fuera), pero ni con esas decayó el ritmo. Pero, ayyyyyyy, cosas de la técnica, cuando estaban embalados en una vorágine de fuzz y descontrol, la guitarra de Mattias Bärjed dejó de sonar y, joder, lo que tardaron en ponerla otra vez en marcha. De ahí al final nos noquearon con diez minutos antológicos que dejaron al personal con la boca abierta y los brazos doloridos, que hubo que mantener en vilo los muchos kilos del bueno de Ebbot Lundberg. Un alarde de contundencia, técnica y puesta en escena que les lleva a tener uno de los mejores directos de la actualidad.
Ya agotados nos aprestamos a ver a MUDHONEY. Más de 20 años al frente del sonido grunge les avalan y a fé que no defraudaron. Desde el primer tema salieron a saco, con kilotones de energía, y riff poderosos que desparramaron por todo el recinto. Martillazos en forma de canciones, con el bajo y la batería de martillo pilón y las dos guitarras disputandose el honor de ser la más sucia del cotarro. “Suck you dry” marcó uno de los picos del concierto; Mark Arm aullaba y la peña respondió a saco, desgañitándose. Pero poco más duramos (dos o tres canciones más); el cansancio y la hora y pico que nos quedaba hasta Bilbao hicieron mella, así que, carretera y manta.
Para próximas ediciones el Turborock queda apuntado como cita ineludible.
Por Larrypas
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Yo ví en Santiago a Mudhoney y los Young Fresh Fellows y de los segundos no tengo ninguna queja; show marchoso y rockanrolero con pocos altibajos y una actitud encomiable por parte del grupo (empezaron puntualmente y la sala estaba casi vacía al principio). Mudhoney sonaron bien, pero diversión cero. Yo es que creía que en directo eran menos rock y más rock & roll.
ResponderEliminarY a los TSOOL tengo ganas de volver a verlos, si. Una pena que no haya crónica del Viernes.