Texto: Jorge Escobedo
Fotos: Lorenzo Pascual

El pasado domingo 8 de noviembre, asistimos al penúltimo concierto en la vida del músico de Nuevas Orleans, Allen Toussaint. Jamás podríamos imaginar, después de lo vivido aquella tarde en la fastuosa Sala BBK, que el señor Toussaint pasaría a engordar la lista de músicos eternos que nos están abandonando últimamente. Tras su concierto en el Teatro Lara de Madrid al día siguiente, Toussaint sufrió una parada cardiaca en su hotel, por la cual le trasladaron al hospital. No saldría sobre su propio pie. Una profunda pena nos embargó en el momento de enterarnos de tan desgraciada noticia. El año que viene el Mardi Gras tendrá un color especial. Un homenaje en toda regla a un músico con mayúsculas. Pero vayamos realmente a lo que fue el concierto.

La sala BBK volvía a relucir sus mejores galas, como ya nos tiene acostumbrados el ciclo Music Legends (sigo diciendo que es lo más importante que ha dado Bilbao en la última década) para recibir a un Allen Toussaint, que si ya no tiene esa voz que nos cautivó años atrás, le sobra alma para regalar. Se nota en cada gesto que vive la música. Que es su vida. Su pasión. Y nos regalará un concierto maravilloso. Ya solo por haber sido el director de orquesta, de esa obra magna de la música popular que es “The Last Waltz”, en la despedida de The Band, merecía la pena estar allí. Amén de haber sido productor de gente como Dr. John, los mismos The Band, Paul Simon, Bonnie Raitt o Johnny Winter.


Acompañado por un trio de músicos (batería, bajo y guitarra), paseamos por la calles de Nueva Orleans cogidos de la mano de su piano y desprendiendo swing a cada paso. “Sneakin’ Sally Through The Alley” y “Certain Girl” suenan frescas y adictivas. Nos dio una lección magistral en “Big Chief” y “Tipitina” del Professor Longhair, y nos emocionó con sus grandes clásicos “Get Out My Life, Woman” y “The Last Train” que sonaron muy inspirados. Pero si hubo un momento en el cual Toussaint sacó toda su magia a relucir, ese fue en la espléndida versión de “St. James Infirmary”. Oscura. Desgarradora a más no poder. “Southern Nights”, uno de sus temas más emblemáticos, puso punto y final a una hora y cuarto de show en el cual pudimos observar la enorme paleta de colores en la música de Allen.


Precioso concierto, que guardaremos en el corazón de por vida, ya que no volveremos a ver al bueno de Allen. O quizás sí. Algún día…

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