Por Fran Cea

El Festival de Blues de Bejar (FIBBER) sigue siendo, para quien escribe, una fecha ineludible durante el periodo veraniego y quien ha asistido a alguna de las quince ediciones, contando esta de 2014, seguro comprende la rotundidad de esta aseveración. Porque si hay algo que distingue a este festival entre los muchos que tienen lugar durante las fechas estivales es una organización cercana y ejemplar y el ambiente que se respira, no solo dentro del recinto de la Plaza de Toros del Castañar (me sigue conmoviendo la transformación de centros de tortura en centros de cultura), sino en toda la población, lo que unido a la oferta natural (los paseos por la Sierra o los pueblos limítrofes), gastronómica o los complementos musicales que desarrolla durante la jornada diurna la organización del festival, y que engloban desde sesiones vermut con jam sessions o talleres musicales de introducción al blues, armónica para niños…hacen que el fin de semana blusero se convierta en una experiencia a repetir.

Para esta XV edición la organización volvió a apostar por una vuelta a las raíces musicales del género con actuaciones de sonados iconos internacionales como los octogenarios Lazy Lester, Kenny “Blues Boss” Wayne y Bob Stronger, la energía de un músico en alza como Carolyn Wonderland (que desde ya confieso fue mi ganadora personal del fin de semana) y la energía algo deslucida por la duración del concierto de Lucky Peterson junto a la inclusión de dos formaciones algo más alejadas estilísticamente pero que fueron dos soplos musicales muy frescos (Ester Rada y los nacionales Corizonas) y como guinda y “gancho” para muchos recién llegados, la presencia pantagruélica de la banda del ya mítico Warren Haynes, Gov´t Mule, que a punto estuvieron de colgar el “no hay billetes” en la jornada del sábado.



El horario no fue aliado de Ester Rada, que abrió el cartel el viernes 11 ante una plaza donde la gente iba llegando con parsimonia. Era su actuación el punto más arriesgado de la programación. Una vocalista que aún no ha publicado su primer larga duración (tan solo cuenta con un Ep llamado Life Happens) y con una amalgama musical que fusiona con absoluta delicadeza el blues, pop, soul, el funk, reguée, jazz…y donde todo se agrupa en torno a una voz delicada pero rotunda. Nacida en Israel y originaria de Etiopía está participando en algunos de los festivales más importantes del verano, hace no mucho ha estado en el de Glastombury, y parece que comercialmente la cosa va muy en serio.



En Bejar se presentó con una banda formada por siete músicos israelíes, incluyendo una sección de vientos, y desde el primer momento transmitió una sensación de “buen rollo” impresionante. Su música es fresca y variada. Se aprecian las influencias negras, sobre todo provenientes del soul, pero también su toque étnico y una tendencia a procurar “hacer bailar” a la audiencia. Sonaron los temas de su ep pero también un buen avance de próximo trabajo aunque destacó la interpretación de Life Happens, una muy fresca Feelig Good y se conmovió hasta las lágrimas con Could It Be. Un buen comienzo de festival y un artista a seguir, buen descubrimiento.



Ver a Lazy Lester sobre el escenario a sus 81 años de edad derrochando auténtico swamp blues fue una bendición. Sobre todo porque el músico de Louisiana no se encuentra en la mejor condición física y sin embargo su lento y algo torpe caminar refuerza su energía cuando los compases de la banda nacional, organizada para acompañarle en este evento, empezaron a sonar. Lazy se mostró algo tenue soplando la armónica pero contundente cuando se colgó la guitarra junto con los dos músicos invitados (fue curioso que no figurara ningún bajista en la formación), entonces el pantano dio paso a un ritmo más R&B que fue más disfrutado por la concurrencia. Si algo me gustó de su show fue que antepuso la actitud a la ejecución. Fue curioso ver cómo era él quien marcaba el tempo al resto de la banda al inicio de los temas, y como cambiaba arbitrariamente el tono de la canción e incluso improvisaba, para “asombro” de unos músicos que cumplieron perfectamente su misión, pero que debieron estar muy atentos para seguir al bluesmen. Muy buena impresión y un Lazy Lester muy contento que se estuvo haciendo fotos y atendiendo a los fans durante toda la velada. Sonaron sus éxitos más notables, I Hear You Knockin, Sugar Coated Love y I´m A Lover Not A Fighter y se pudo ver a Mr Lester el resto de la noche disfrutar de los conciertos de sus compañeros y atender amablemente a quien se acercó a él.



Acudí al FIBBER con la idea de que Carolyn Wonderland iba a hacer un gran show y no decepcionó. Apoyada simplemente en formato trío (con un teclista y batería) dio un show excepcional en el que no era solo la manera en la que tocaba la guitarra (sin púa) la atracción, sino que su voz fue la baza definitiva que nos encandiló a todos. Un torrente vocal que se movía en el límite de la ruptura para resurgir con fuerza (y calidad) trayéndonos a la memoria de manera clara a Janis Joplin (en su repertorio habitual está la cover de What good can drinkin´do) , y que sin embargo se escuchaba comedida, dulce e incluso tímida cuando entre tema y tema Carolyn agradecía las efusivas muestras de cariño del respetable o presentaba la siguiente tonada. Desde el blues lento que crece en desarrollo de Don´t Do It (con un tono Rory Gallagher total) o When I Go Away pasando por el ritmo vivo y saltarín de Two Trains o el feeling arpegiado de Golden Stairs, Carolyn dió una exhibición de sentimiento y maneras a la guitarra (bien con la Fender o incluso la steel guitar) que puso emoción en la audiencia e hizo que volviera varias veces al escenario hasta que uno de los roadies, quizás para poner punto y final al show, se llevó su pequeño amplificador. Ante este "incidente" y manteniendo su buen humor Mrs Wonderland se acercó al micro y nos entonó un tema más esta vez a capella. El vello de punta señores, el vello de punta.



Que el reloj haya pasado de las 1.30 de la mañana y salten al escenario dos músicos de 70 (el teclista ganador de un Grammy Kenny "Blues Boss" Wayne) y 75 años (el bajista Bob Stroger) es algo que solo puede pasar en el blues. El blues de New Orleans y Chicago se fusionaban en un espectáculo en el que Kenny Wayne brilló por su increíble pericia al piano y Bob Stroger por su impresionante carisma. En el caso de Kenny fue el boogie el protagonista con sus sonidos alegres y su forma refinada y elegante de tocar (muy al estilo de Fast Domino). Comenzó el show fusionando Searching For My Baby con Heaven Send Me An Angel con el boogie boogie especiado y caliente, dirigido directo a los pies de la gente que a esa hora ya se habían librado de corsets (el alcohol ayuda bastante en estos menesteres) y se movían libres. Heaven tenía un tono más clásico del Delta y cuando sonó Fantasy Meets Reality (absoluto New Oleans)  me dio por pensar que unos vientos aquí hubieran sido la leche. Había pasado algo más de media hora cuando Bob Stroger salió a las tablas lleno de pins y medallas en su chaqueta, con un andar cansado y casi arrastrando los pies, se puso ante el micro y proclamó "I´am the blues", señores, si esto no es clase ya me dirán.



Lo de Stroger era blues de Chicago que sonó rasposo y algo desaliñado cuando soplaba la armónica, por cierto increíble el papel de banda de apoyo con Quique Gomez y Luca Giordano a la cabeza, y espectacular cuando agarró el bajo eléctrico en Just A Bad Boy y todos nos preguntamos cómo era capaz alguien de su edad tener semejante agilidad musical para tocar ese blues rural y puro. La fiesta se alargó hasta una jam session al ritmo del Sweet Home Chicago y nuestros protagonistas en vez de enfilar el camino del hotel se quedaron departiendo con la audiencia y fumando unos puros largos como sus vidas. Impagable, por cierto, sería verles a la mañana siguiente en plena jam session en el bar de La Alquitara hasta casi las seis de la tarde. Son gente de otra pasta.



La jornada del sábado era la esperada por todo el mundo. Los americanos Gov´T Mule, la banda pantagruélica de Mr Warren Haynes llegaba a Bejar en su show casi exclusivo (solo Hondarribia tuvo el placer compartido en este tour) y con una producción a nivel de sonido, equipo, luces etc digna de las grandísimas bandas. Confieso que me es difícil hablar de esta banda ya que, de ninguna manera comparto la absoluta devoción que se les profesa, aunque confieso no solo que me gustan y tengo varios de sus trabajos sino que además les he visto ya en tours anteriores, así que pasaré un poco de puntillas.



Eso si, tuve la enorme fortuna de charlar brevemente con Mr Haynes tanto antes del show gracias a una entrevista que concedió a Onda Extemadura en la que estuve presente, como al acabar el concierto, ya mas relajadamente, y me sorprendió su sencillez y simpatía, algo a priori muy lejano a una estrella de este calibre. Cercano y preocupado de hacerse entender rompió todos los mitos de los artistas endiosados y lejanos.



El concierto comenzó aún con la luz del día, tenían que salir pitando a Madrid para coger un vuelo de regreso a casa, pero alargaron su show por encima de las dos horas y mostraron una pericia musical de la que nadie dudaba y ese cierto tono de frialdad que a mi al menos tanto me molesta. Y hablo de frialdad en cuanto a su puesta en escena, con los músicos muy estáticos en su sitio y su papel y no en lo referente a la música ya que desde los ritmos funkys de las iniciales Steppin Lighty al blues de pegada rockera de Streamline Woman y World Boss, sus primeros temas, ellos demostraron que venían a disfrutar y hacer disfrutar. La figura de Haynes es inmensa en escena, eclipsa y subordina a sus compañeros donde solo Matt Abbs en la batería consiguió por momentos hacerse un hueco musical, mientras Jorgen Carlsson al bajo y sobre todo Danny Louis, más ocupado de Hammond y teclados que de la guitarra, permanecieron en un discreto segundo plano. Warren alargaba los solos e improvisaba en jams en las que demostraba que a las seis cuerdas es difícil que alguien le pueda hacer sombra combinando la pericia técnica con un feeling y calidez inigualable y cuando atacó Worried Down With The Blues, uno de los highlights de la noche, el viaje al que sometió a los presentes ya no tenía visos de retorno. Era el momento más denso del repertorio que por momentos a mi se me hicieron algo pesados como en Kind Of Bird y que remontaron cuando Child Of The Earth, uno de mis temas favoritos de su discografía sonó o cuando homenajearon a Johnny Cash con Folsom Prison Blues. Para la parte final del show no olvidaron que un festival tiene esa impronta festiva y nos ofrecieron dos versiones, el War Pigs de Black Sabbath, customizada absolutamente a su sonido y coronada por un solo de batería, una sorprendente Ain´t No Love (In The Heart Of The City) de la banda de Coverdale en la que contaron con la presencia de Lucky Peterson en el teclado y la final Cortez The Killer que, lo siento por los fans, a pesar de su sapiencia musical le sigue quedando mejor a Neil Young, Un show redondo que satisfacía sobradamente a los miles que se habían acercado para ver a los Mule y que consiguió que la Plaza de El Castañar luciera un aspecto simplemente espectacular.



Lucky Peterson volvía, esta vez sin su mujer Tamara Peterson,  tras cuatro años al festival después del gran sabor de boca que dejó en su anterior visita, con un show que sobrepasó las dos horas y donde todo fue intensidad bluesera. Nos las prometíamos muy felices para esta reaparición del sexagenario músico de Buffalo pero algo que se me escapa debió ocurrir. Apenas una hora de show en la que dejo a su banda interpretar tres temas de inicio sin aparecer por las tablas, por cierto increíble la intensidad y fuerza de su guitarra Shawn Kellerman (por momentos pasaba el casting para guitarra de cualquier banda de heavy con sus espasmódicos ademanes), y cuando Peterson tuvo a bien sentarse a las teclas apenas tres canciones (entre ellas That´s The Cut)  antes de colgarse su guitarra, momento en el que se transforma en un auténtico diablo musical, bajar del escenario a darse una vuelta entre el público (donde un patoso le tiró una cerveza por encima, lo que pudo desencadenar el enfado) y vuelta a camerinos con cara de pocos amigos mientras los presentes nos mirábamos con cara de incredulidad. Su presencia escénica es monstruosa y la forma en la que ataca el blues, sucia y desgarrada, lo hacen ideal para un festival de estas características pero aunque sean grandes estrellas creo nadie les da derecho a hacer este feo a miles de personas que están ahí para verle, ojala la organización haya tomado buena nota y esta vez lo de "no hay dos sin tres" no se cumpla.



El final de este FIBBER 2014 lo protagonizaron Corizonas, la banda bastarda nacida de los úteros musicales de Coronas y Arizona Baby y que, por esas cosas raras del mercado musical, han conseguido una popularidad y repercusión que, aunque merecida, jamás se podrían haber imaginado y que está alargando la vida musical del proyecto. A priori fuera del espectro estilístico del festi demostraron ser una decisión acertada para concluirlo ya que ofrecieron un show visual en el que no faltaron sus proyecciones de video y ese magnetismo que Javier Vielba imparte desde la sencillez con su combinación de predicador del oeste y forajido musical y que le convierte en uno de los frontman nacionales del momento. Con las raíces de la música americana como bandera (ojala sus seguidores indagaran en las mismas) y ese toque spaguetti/road movie que tienen sus canciones hicieron bailar a una audiencia ya muy cansada pero numerosa. The News Today, Run To The River, Nothing Is Sacred, su ya famosas covers de Wish You Were Here o Everybody Knows This Is Nowhere... cualquiera de sus canciones, perfectamente interpretadas, servía para la fiesta e incluso el ensayado enfrentamiento dialéctico de Vielba y Pardo animó aun mas el ambiente. Dos bandas y un destino...si la calidad es esta que dure unos años más.





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1 comentarios

  1. carajillo // 14/8/14  

    Más o menos de acuerdo pero... Carolyn tocó "When I Go Away"? mira que me flipa ese tema y yo creo que me hubiera dado cuenta aunque lo hubiera cambiado mucho...