Acaba el mes de febrero en lo musical para el que esto teclea. Y no ha sido mal mes, claro que no; al sleaze macarra de los Last Vegas sucedió Wayne Hancock con su propuesta más tranquila y después unos desquiciados Fleshtones. Y la guinda a este pastel musical la ponían los Diamond Dogs en un Kafe Antzokia a medio gas. Referentes en su día del rock escandinavo con deje escocés, no en vano, todo el mundo los compara con los Faces y a Sulo con Rod Stewart, presentaban nuevo disco de título incendiario (“Set fire to it all”) y colaboraciones de relumbrón (Spike de los Quireboys, Dan Baird o Danny Bowes). Así que carretera y manta dirección Bilbao en noche paroxística de fútbol y con miedo a no aparcar, aunque al final no fue para tanto.

En esa tesitura saltaron los Sulo & cia. al ruedo antzokiano a la hora en punto (albricias, este mes dos conciertos con puntualidad británica), arrancando el show con un “Set fire to it all” que dejó claras las intenciones del grupo: repartir estopa musical a mansalva en forma de guitarras contundentes, saxos siseantes, teclados sinuosos y actitud rockera de un Sulo pelín desperdigado. Pero el pistón de la intensidad bajó enteros conforme avanzaba el concierto y las canciones pasaron del boggie trotón y espasmódico que nos gusta a un medio tiempo deslavazado. No ayudaron, desde luego, los devaneos pseudoprogresivos de la guitarra (por cierto que salió uno y no los dos del disco), los parones para que el bueno de Sulo se recuperara y, sobre todo, la canción en solitario que se hizo el batería a la guitarra.

Y cuando ya me temía lo peor, ¡¡pum!! La cosa se transformó, derivando a terrenos comunes de los Diamond Dogs que nos gustan, esos que llevan al glam grasiento y libidinoso a mezclarse con el ritmanblues (“
Autopilot”), que te zurran de lo lindo con hard boogie de manual y que te encandilan con tonadas soul que el bueno de Sulo borda (muy comentado fue su concierto en Madrid con la Kekaula,…, en homenaje a Sam Cooke). Recuperando la actitud perdida al principio, los Dogs tiraron de manual vía Stones, nos zahirieron con rock humeante y canallesco y se metieron al público en el bolsillo, ahora sí, implicados en un show que resbaló por el roll, recuperó el boogie rasposo y no dio tregua hasta el final. Fin de fiesta y bis al uso, por los mismos derroteros, aunque no se llegó a pedir el segundo que tenían marcado en el setlist; la gente, uf, que no olvida.

Por Larrypas

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